Si te gustó Star Trek,
sobre todo la original, o el ritmo de Battlestar
Galáctica, o el ambiente de la película Pandorum
(2009), no dejes de leer “Próxima Centauri”, aunque sea de 1935. Murray
Leinster nunca decepciona. Ya hemos reseñado sus obras El planeta solitario (1978), Fuera de este mundo (1958) y Mundo prohibido (1962), y cada vez estoy más
convencido de que es uno de los grandes de la ciencia-ficción.
Leinster publicó “Próxima Centauri” en la mítica revista
pulp Astouding Stories en marzo de
1935. La historia causó gran impacto porque aplicaba a una space opera conceptos científicos que condicionaban su desarrollo y
que se adelantaban a su tiempo, como era el límite de la velocidad de la luz en
los viajes interestelares. Si a esto añadimos el maravilloso ritmo narrativo y
lo bien pensada que está, es lógico que Isaac Asimov la seleccionara para los
relatos que componen el libro Before the
Golden Age y en España el segundo volumen de La Edad de Oro de la Ciencia Ficción.
La historia es la siguiente: el desarrollo tecnológico del
planeta Tierra ha llegado al punto
de que puede viajar a otros sistemas. No es
una distopía, sino todo lo contrario: la Humanidad utiliza la tecnología para
el progreso y el bienestar. Leinster escribió esta novela corta en pleno
fordismo, donde la organización de la producción parecía que iba a llevar la
prosperidad a cada hogar, aumentado así la felicidad general, y que el
maquinismo permitiría al Hombre trabajar menos para vivir. En el relato la
Humanidad viaja para abrir horizontes..., sí: la última frontera.
Para ello se construye una nave inmensa, la Adastra, que
transporta una ingente tripulación y a sus familias en un viaje de siete años
hasta la estrella más cercana: Próxima Centauri. La vida en la nave se hizo
difícil a partir del sexto mes porque no había nada que hacer: todo lo hacían
las máquinas, y el ocio no estaba bien previsto. Se produjeron conflictos
personales y colectivos, y una parte de la población quiso volver a la Tierra,
fueron los llamados “mutineers”. Leinster trata la vida en la nave con gran
realismo, demostrando un sentido sociológico muy agudo. Pero claro, algo va a
romper esta monotonía: cuando se acercan a Próxima Centauri se produce el “primer
contacto”.
Leinster trató el “primer contacto” con gran acierto en uno de las historias recogidas en El planeta solitario,
en un relato que de nuevo parece uno de los mejores episodios de nuestras
series favoritas. En el caso de “Próxima Centauri”, se trata de una nave que no
está construida, sino que es un cuerpo biológico, una especie de semilla oval
gigante. Está tripulada por centurianos, seres antropomorfos de dos piernas, sin cabeza
y dos tentáculos por brazos, que “se movían de un modo extrañamente ondulante”.
Se trata de plantas carnívoras que se han extendido por su galaxia aniquilando
toda vida animal. Y claro, cuando ven aquella nave llena de “comida”, se
vuelven locos por asaltarla. Aquí me ha recordado un divertidísimo relato de
Cordwainer Smith en Piensa azul, cuenta hasta dos, titulado___, en la que los
humanos no se pueden resistirse a comer a sus amigos aliens porque huelen a
pollo asado.
El asalto a la nave es sencillamente espectacular. La tripulación
captura a un centuriano y
le aplican una máquina para descifrar su idioma, lo
que no deja de ser curioso cuando hemos asistido a tantas películas en la que
los aliens hablan un correctísimo inglés. Tras rechazarlos, vuelven con
refuerzos, cambian la táctica, y derriten la Adastra. Los humanos no tienen más
remedio que rendirse en escenas de pánico y sacrificio. Matan a todos menos a
los oficiales necesarios para que les enseñen cómo funciona la nave, y cogen a
una pareja joven, propiedad del jefe centuriano, para enviarla a un planeta
donde han acabado ya con toda vida animal, pero que es un edén. Ese par de humanos está compuesto por el
protagonista, un chiquillo de dieciséis años, y su amada, en lo que es un claro
guiño de Leinster a sus lectores adolescentes de 1935.
A esto se le añade un problema: al lugar se dirige la
Adastra 2, que llegaría cuatro años después, y cuya trayectoria indicaría a los
hambrientos centurianos dónde estaba la Tierra. De esta manera, nada les
impediría armar una flota para enviar millones de famélicas plantas a invadir
nuestro planeta. Aventura, tensión y amor adolescente.
El final de "Próxima Centauri", una novela corta llena de
ideas, con anticipaciones que hemos leído luego en obras de Heinlein o de Jack
Vance, es extraordinario. A veces se leen y se ven tantas chorradas, que el
relato de Leinster se torna imprescindible.
No había reconocido el título del relato, pero al decir que estaba en la antología de Asimov la he recordado perfectamente. El Asimov antologista tenía muy buen gusto, porque algunas de mis obras preferidas de todos los tiempos están ahí. Este es un relato, efectivamente, que aborda todos los aspectos de forma totalmente realista. Muy buena reseña y estupendo relato.
ResponderEliminarGracias, Er-Murazor. ;)
EliminarSaludetes
Este es uno de mis relatos favoritos de La Edad de Oro de la Ciencia Ficción. Por lo bien que está escrito, porque tiene en cuenta que para llegar a la próxima estrella pueden pasar años y donde están los conflictos interpersonales, pero sobretodo por los aliens... terribles... no puede haber paz con estos aliens.. somos su comida...
ResponderEliminarCiertamente, sería un gran capítulo de Star Trek.
No hay paz...para los aliens jejeje
EliminarGracias, R. Nik Skylight
Saludetes
...necesitamos VELOCIDAD hiper-lumínica y el TIEMPO de los Inmortales (Bioprinting 3D, Telomerasa...) para conquistar el ESPACIO...
ResponderEliminarA pesar de las duras críticas vertidas en contra de Leinster, para mi siempre ha sido fuente de entretenimiento y regocijo, hay una cierta tersura en sus textos que lo mantienen como voz joven aunque transcurran las décadas, algunas de sus novelas son deliciosas, y sus relatos contundentes, gracias a que lo han traducido en abundancia, ya que cada día me vuelvo más flojo para leer originales
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