Los dos autores más citados en las
contraportadas de los libros de terror son Lovecraft y Stephen King. Los editores están
desesperados por conectar con unos lectores difíciles de convencer, por lo que
recurren a casi cualquier cosa para llamar la atención. Retuercen frases y
colocan citas para relacionar al escritor con los dos afamados autores del
género. Así, cuando leí en la sobrecubierta del libro de Stewart O’Nan que éste
era algo parecido al discípulo aventajado de Stephen King, pensé: “¿Otro?”. El editor
había puesto en negrita: “Si aún no has leído a Stewart O’Nan, ¡no sé a qué
estás esperando!” (Stephen King, Entertaiment Weekly). En fin. Además, en la
sinopsis trasera daba a entender que en la acción del libro había mordiscos -"mandíbulas de miedo y muerte"-; es
decir, que los muertos de Amistad, el pueblecito escenario de la obra, parecía que se
convertían en zombis. Claro, ¿cómo no aprovechar la moda zombi con una alusión
velada que no compromete? Aun así decidí comprarlo, y entendí perfectamente la
sinopsis: es un libro muy difícil de vender a no ser que conozcas al autor o
leas las primeras páginas. ¿Por qué? La razón es que no se trata de una
historia al uso, con su estructura formal, de presentación, nudo y desenlace.
No hay una construcción enrevesada de la trama, con resolución final sorprendente.
Pero que esto no confunda: el libro merece la pena. Veamos por qué.