Este es, probablemente, uno de los libros más tontos que he leído en mi vida. Debí figurármelo cuando en las primeras líneas leí “He dejado las pezuñas y los cuernos en la Oficina” y no se trataba de una broma. En mi descargo he de alegar que al indagar sobre la vida de Zelazny antes de leer Tú, el inmortal encontré pistas halagüeñas, como que le llamó Philip K. Dick para terminar Deus Irae, una novela que, claro, me lancé a buscar. Esa, y El señor de la luz. Es más, en algunas páginas web le presentan como uno de los estandartes de la New Wave, lo que no me llama, pero tal estatus le otorgaba a priori cierta calidad y originalidad; dentro de lo que cabe, evidentemente. Y no sólo eso: había sido agraciado con un premio Nébula, el de 1966, y fue finalista del Hugo ese mismo año. Todo indicaba que era una de esas novelas que había que leer. Bueno, pues no me ha gustado. Alguno pensará: “Éste no la ha entendido”. Oye, que Zelazny no es Kierkegaard.
Tengo un documental sobre “La guerra de las galaxias” en el que un tipo dice, en plan rencoroso: “Es un western, sólo un western”. Mira que me fastidia el comentario, pero no podía quitarme de la cabeza mientras leía Tú, el inmortal que esta novela sí es un western. Los veganos serían los anglosajones –su cara azul es a los terráqueos lo que el “rostro pálido” de los europeos a los indios-, y su civilización tecnológica y políticamente superior es obvio decirlo. Los grupos de humanos, mutantes y seres mitológicos que aparecen serían las tribus indias de toda América, coincidentes en su politeísmo, adoración a la naturaleza, mitos e incluso el canibalismo. Luego están los humanos integrados en la sociedad veguiana, que hacen los trabajos sucios y carecen de derechos, pero están contentos de vivir ahí, como los indios que se incorporaron a la vida estadounidense o a la colonial española.
El relato se basa en la reconciliación del protagonista, un mutante, un “kallikanzaroi”, consigo mismo. Zelazny le da el aspecto de una criatura mitológica griega, y la personalidad de un Toro Sentado o un Túpac Amaru. Conrad, que así se hace llamar, fue el líder de la Radpol, una especie de guerrilla que creía que la vuelta de los humanos a la Tierra, ahora en colonias en Marte y Titán, e instalados en Vega, permitiría la recuperación del planeta, un planteamiento al que llama “retornismo”. Ese grupo se dedicó a atacar a los veganos, y obtuvo el respaldo moral de la población heterogénea de la Tierra. La indiferencia de los otros humanos, los emigrantes, les hizo deponer las armas. ¿Por qué los veganos dominan la Tierra? La guerra nuclear entre los hombres, los Tres Días, casi acabó con todo, y los veganos aprovecharon para instalarse. No hay que olvidar que la crisis de los misiles entre EEUU y la URSS fue en 1962, y que Zelazny publicó el cuento ...And Call Me Conrad, que luego sería Tú, el inmortal, cuatro años después. Junto a esto, las aventuras que salpican la narración sólo pueden tener el sentido de que Conrad consiga esa reconciliación, pero a veces parecen carecer de sentido. El final de la novela es para leerlo con cuidado, bien sentado, vermú en ristre, una pierna sobre otra y en soledad (es mejor que nadie vea la expresión de tu rostro).
Temas transversales. Una crítica al colonialismo, como he leído en alguna parte, al estilo de Joseph Conrad -¿Coincidencia en el nombre?- y El corazón de las tinieblas (que se cita en la pág. 129), la verdad es que no es. Zelazny muestra en todo momento que la sociedad y el comportamiento de la gente de Vega son mejores que los terráqueos, y que ningún humano quiere ya el retornismo. Luego hay una idea extraña sobre el vínculo entre el planeta y el hombre, su “legítimo dueño”, como si la Tierra fuera propiedad eterna de la Humanidad; lo que es paradójico dadas la edad de este tercer cuerpo del sistema solar y lo efímero y circunstancial, en consecuencia, de la presencia humana en él. Por último, la concomitancia entre la CF y la Fantasía, que no deja de ser interesante por más que el protagonista tenga de forma innecesaria pezuñas y cuernos.
Aviso a los buscadores de libros. Este ejemplar lo adquirí en un librería de viejo situada en la madrileña calle de Fernando el Católico, llamada “Multilibro”. Y por si no fuera poco un nombre tan feo, el “librero”, y propietario, no es de fiar. Resumamos las cualidades que le adornan. Es maleducado –yo no pido un trato exquisito, pero sí correcto-, desconoce el material que maneja –me dijo demasiado rápido que no tenía un libro que sí tenía-, es vago –me costó convencerle de que buscara en su base de datos-, deshonesto –después de preguntarme en qué página web había visto el libro, me quiso cobrar, sin resultado, el precio de aquella que lo tenía más caro-, y, por último, se atrevió a decirme que la próxima vez fuera con el número de registro del libro para encontrarlo antes. Como soy un tipo educado, y practico artes marciales con responsabilidad, me limité a decir que sí, que claro, que esperara sentado. Mentalmente le mandé a la ciudad gemela de Gomorra. No vayáis, a no ser que os guste el mal rollo.
No tengo un mal recuerdo de este libro, lo cierto ea que casi no me acuerdo de nada. Aparte de que el personaje tenía también una mancha en la cara estilo Barbacid. Recordaré esta reseña por si me entran ganas de releerla.
ResponderEliminarRecomiendo leer, en lugar de esta novela, el relato "...Y llámame Conrad", que es el que dió lugar a la obra que comentas. A mí me gustó bastante en su día, aunque es verdad que entonces era un jovenzuelo, tendría que revisarla para poder dar una opinión actualizada. Chao!
ResponderEliminarBuena recomendación. ;)
EliminarSaludetes
Personalmente Tú, el Inmortal, de Roger Zelazny, ha sido una de las obras de ciencia ficción que leí de joven y he vuelto a leer de nuevo, mas de una vez. Me apasiona la trama, que te coge desde un buen principio y que ya no es posible dejar. Conrad, es el prototipo del héroe heleno en tiempos actuales, que aun siendo mortal (aunque vive muchos años) se la juega por su patria y su planeta. Me extraña que esta obra no haya sido llevada a la gran pantalla. Quizás se deba a que, por desgracia, ha caído en el olvido; pero quien sabe. Tal vez algún año se acuerde de ella algún productor. Lastimosamente tampoco se ha vuelto a imprimir, que yo sepa, ninguna otra edición desde el 2004. Quien pueda que lea la obra y que la disfrute. Para acabar, decir que este libro "tonto" ganó un Premio Hugo el año 1966. Es una obra recomendable, porque ya se sabe para gustos colores, y quien la lea ya se formará su opinión.
ResponderEliminarJohn Smith
El relato llamame Conrad lo lei de muy pequeño y tengo que decir que nunca lo he podido olvidar, el personaje de Hassan el asesino es simplemente genial. La historia me agarro desde un principio y sinceramente me encantaría verlo en la pantalla grande
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