Lo cierto es que película basada
en este libro me encantó. Era la clásica historia de chico busca chica,
envuelta en un planteamiento humorístico sobre el sentido de la vida y la
construcción del universo. Se la presté a un matrimonio amigo correspondiendo a
que ellos me habían dejado El velo pintado,
un drama de Edward Norton y la guapísima Naomi Watts, lleno de chinos enfermos.
Mi peli no tuvo mucho éxito: ella dijo
que era un rollo, y él me la devolvió diciendo “Es simpática”. No me importó y anoté mentalmente: “Ahora, lee el libro”.
que era un rollo, y él me la devolvió diciendo “Es simpática”. No me importó y anoté mentalmente: “Ahora, lee el libro”.
Tenía la imagen de Douglas Adams
como un tipo divertido. En realidad, la Guía
era el resultado de un programa de radio de la BBC en el que Adams radiaba los
episodios. Esto me recordaba aquellos programas de radio que en la Cadena Ser y
en RNE llenaban las primeras horas de la noche del sábado de misterio, terror y
ciencia-ficción. Eran otros tiempos, antes del show de Iker Jiménez, en los que
brillaba con justicia Juan José Plans. Imaginaba a aquellos británicos
enganchados a las narraciones radiofónicas de Adams, pegados al receptor,
sonriendo.
Bueno; pues este verano lo leí.
El libro es una gran, inmensa, gigantesca, enorme, inconmensurable y
elefantiásica chorrada, por lo menos hasta el final. La historia inicial es más
o menos conocida porque sigue la película. Arthur Dent, el humano, y Ford
Perfect, el alien que está en nuestro planeta para actualizar la voz “Tierra” de la Guía.
Vino para una semana y se quedó quince años. Para justificar que no hacía nada
dijo que era actor en paro –un chiste de Adams, amigo de los Monty Phyton-. Los dos salen de la Tierra
poco antes de que los vogones, otros alienígenas, la destruyeran para construir una ruta directa hiperespacial. Y salen del planeta haciendo autostop.
La Guía es el libro más vendido
de la Galaxia, mucho más que la Enciclopedia Galáctica –pobre Asimov-, porque
es más barata y además en su portada pone “No se asuste”. Ford Perfect,
cuyo nombre es otra broma, era uno de
los encargados de la investigación de campo para la Nueva Edición Revisada de
la Guía, que funciona como un tablet. La revisión es lógica, porque la entrada
“Tierra” sólo pone “Inofensiva”, cosa que cabrea a Arthur. Luego aparecen el
resto de personajes. Zaphod Beeblebrox, presidente del Gobierno Galáctico
Imperial, y (doble) jeta profesional; y luego la chica, que no tiene un papel importante
como en la peli, y el robot depresivo, también menos divertido.
Las páginas pasan sin que ocurra
nada de interés hasta que llegan al planeta Magrathea, lugar donde viven los
míticos constructores de mundos. Slartibarfast, un magratheano, explica a
Arthur que la Tierra fue encargada, pagada y gobernada por ratones, porque los
ratones son “la proyección en nuestra dimensión de seres predimensionales
sumamente hipersensibles. Todo eso del queso y de los gritos no es más que una
fachada”. Para encontrar respuesta al sentido de la vida, los ratones
construyeron un superordenador, Pensamiento Profundo. Aquí es gracioso el
debate con los filósofos, que sienten amenazada su profesión porque la Búsqueda
de la Verdad Última, dicen, es cosa suya. Una vez que Pensamiento Profundo
quedó construido, le preguntaron por el sentido último de la vida, del
Universo y “de Todo”. El ordenador les dijo que contestaría en siete millones
de años… y medio, y que hasta entonces, unos y otros podían vivir de la
polémica. Pasado ese tiempo, la respuesta fue “Cuarenta y dos”. La respuesta,
lógicamente, no satisfizo a nadie, por lo que Pensamiento Profundo construyó un
ordenador mucho más potente para contestar a la pregunta, y lo llamó “Tierra”.
Es interesante este planteamiento,
nuestro planeta como un enorme laboratorio para responder a preguntas formuladas por una
civilización superior. Todo sería un enorme experimento, llevado a cabo
justamente por la especie a la que el hombre somete a pruebas, los ratones de
laboratorio. El mundo al revés. La vida sería una gigantesca broma sin más
sentido que la curiosidad de un tercero. En realidad, esto respondería a las
cuestiones humanas y nos daría la verdadera dimensión en el Universo. Ya, ¿y
Dios? Bueno, Adams coloca a Dios como un actor más de todo esto. Oolon
Colluphid escribió “Todo lo que hace callar a Dios”, como si este se tratara de
un personaje político o de la farándula. A lo que Dios contestaba: “Me niego a
demostrar que existo, porque la demostración anula la fe, y sin fe no soy nada”.
Es el ciclo pregunta-respuesta que actúa como placebo.
Pero no hay solución a la
pregunta sobre el sentido de la vida porque la Tierra fue destruida por los vogones constructores cinco
minutos antes de que acabara el programa. La respuesta la señala Adams: el
sentido de la vida es… disfrutar de ella. La Guía dice que todas las
civilizaciones importantes de la Galaxia han pasado por tres etapas:
supervivencia, indagación y refinamiento; cómo, por qué y dónde. Entonces,
dice, ¿cómo podemos comer? ¿Por qué comemos? ¿Dónde vamos a almorzar? Habiendo
encontrado la respuesta, pero sin saberlo, Arthur, Ford y los demás se van a
comer al restaurante del Fin del Mundo –la continuación de este libro-.
El libro está bien, aunque hay
que leerlo sin esas grandes interrupciones que pueden desanimar al lector que
busca algo más que situaciones grotescas. Ese momento, el importante, no se
encuentra nada más que al final.
Pues habrá que tenerlo en cuenta. No lo he leído, tampoco sabía que se salía tanto del género. Muy estimulante.
ResponderEliminarSaludos.
curiosamente, hace bien poco me leí la serie completa y, la verdad, me dececepcionó bastante. la "sorpresa" se agota, si no en el primer libro (éste), al menos muy poco después. Sin embargo, la película, que parece ser que pasó sin pena ni gloria por las pantallas, sí que me gustó bastante.
ResponderEliminarGracias, Igor. Casi es "obligatorio" leerlo si uno quiere ser un "buen" fan de la cf ;)
ResponderEliminarPero bueno, que si no se lee tampoco se pierde gran cosa.
Saludetes
Gracias, Javi. Totalmente de acuerdo. Es uno de esos casos en los que la película es mucho mejor que el libro. En defensa de Adams hay que decir que colaboró en el guión de la película.
ResponderEliminarSaludetes
Sí; pero quizás se note demasiado en los libros la estructura de seriales radiofónicos, en los que ir acumulando material cada programa, y que luego al pasarlo a novela, se resienta un tanto
ResponderEliminarA mi si me gustaron los dos primeros libros de la serie, luego degenera. Apunte mis opiniones en la entrada de mi blog http://universodecienciaficcion.blogspot.com/2011/09/1979-guia-del-autoestopista-galactico.html
ResponderEliminarCreo que es más un desfile de ideas desquiciadas -a las que uno puede -o no- encontrarle la gracia y la originalidad, que una novela con un planteamiento ordenado en el que se cuenta una historia -cosa que, creo, nunca llega a pretender-. En cualquier caso, un clásico.
Si os gusta la ciencia ficción humorística, os recomiendo la novela "La Perdición Fucsia", que es de ese estilo y te partes la caja.
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