Si alguien, hoy,
quiere saber cómo eran las novelas de anticipación de los años 50, ésta es su
novela. Los hermanos Strugatski quisieron contar el modo soviético de conquista
del espacio, en este caso, del planeta Venus. Nos encontramos, por tanto, con
una obra en la que se explica de forma novelada la selección y entrenamiento de
los astronautas, los debates y riesgos que se toman con los nuevos inventos
para surcar el cosmos, el viaje por el espacio y la vida abordo, el descenso al
planeta y los primeros descubrimientos. No hay espacio para el calor humano, el
hard o la space opera, sino que parece un relato destinado a la propaganda
política en la competición con EEUU en la conquista del espacio. Es más,
aparecen China, Gran Bretaña o la India en el cosmos, pero nunca los
norteamericanos. Es, por tanto, una crónica politizada y optimista de la
expansión por el sistema solar. Un ejemplo:
- - ¡Nosotros, la tripulación de la astronave soviética “Jius”, en nombre
de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas declaramos que la Golconda
Uránica con todos sus tesoros son propiedad de toda la Humanidad!
Bikov
se acercó al faro y fijó en el poste un ancho paño. El viento lo desplegó y
apareció una bandera roja que en el crepúsculo purpúreo parecía negra, con una
estrella dorada y el antiguo emblema –el martillo y la hoz- la bandera de la
Patria.
- - ¡Hurra! –gritó Yurkosvkiy y Daugé empezó a aplaudir.
Este alarde de
patriotismo comunista sorprende en los hermanos Strugatski, a tenor de lo
declarado por Boris en El lunes empieza el sábado. Sorprende y no sorprende.
Hay que entender que escribieron la obra en los años 50, vigilados por un
Estado asesino, en plena Guerra Fría. Viene a ser como la canción que el
cantautor comunista Víctor Manuel dedicó voluntariamente al dictador Franco. A
pesar de ser una obra propagandística, el estilo de los Strugastski no es
posible ocultarlo, y su humor fino hace que en ocasiones, al comienzo de la
novela, Bikov, el protagonista, parezca Bill, el héroe galáctico.
Al ser una novela
de anticipación, los Strugatski arriesgan en adelantos científicos y en
vocabulario. Nos encontramos así con naves fotónicas –el “Jius”- que
sustituirán a las atómicas –en la misma época, Asimov en la Fundación y secuelas
basaba en lo atómica el avance de la Humanidad-, y con el término
“cohetódromo”, que vendría a ser un aeropuerto para naves espaciales.
El tono épico lo
inunda todo, en los cortos episodios que se suceden –el meteorito que pasa
cerca del “Jius”, el bombardeo de protones procedentes del Sol, la llamada de
socorro de otras naves, la muerte de los personajes o el enfrentamiento con la
naturaleza venusiana-, y en los diálogos, como en la respuesta de Bikov a
Ermakov, jefe de la expedición:
- - Cumpliré cualquier orden suya mientras no sea contradictoria a los intereses de nuestro Estado,… y partido, claro. Soy comunista.
La trama, sin
embargo, es interesante, agradable, y se lee a buen ritmo porque el estilo de
los Strugatski es fresco y directo. Los personajes están bien construidos,
aunque son un tanto rígidos y estereotipados, lo que impide la empatía. El
desenlace no sorprende. Hay un momento de inquietud previo al final, típico de
los relatos de los cincuenta, pero sin que en
ningún momento pensemos en un drama ya que se trataba de hacer
propaganda positiva y motivante. Sería interesante hacer una comparativa con la
obra de Heinlein, a pesar de que el norteamericano escribió lo que le dio la
gana, en concreto con Tropas del espacio, Consigue un traje espacial, viajarás,
y el guion de la película Con destino a la Luna (1950), del que no quedó satisfecho.
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