La verdad es que
cuando veo a los galardonados en estos premios literarios españoles tan
mediáticos, imagino la intrahistoria de la concesión; es decir, cómo acordaron
el sexo del escritor, luego el nombre, después la temática y por último
detalles como la pasta y la promoción –reseñas amañadas, entrevistas
edulcoradas y demás-. Son premios falsos, utilizados como propaganda fácil para
la venta de un libro. Y pienso en ese momento en el que el escritor galardonado
se encuentra consigo mismo, reflexionando sobre lo que ha hecho, en ese
instante en el que no hay que posar ante las cámaras, ni fingir en la
entrevista, midiendo la distancia entre él y su imagen. ¿Era esto lo que quería
hacer cuando comenzó a escribir? No sé, allá cada uno. Por eso no me gustan las
reseñas de libros que
empiezan repitiendo mecánicamente la imagen pública de un escritor.
empiezan repitiendo mecánicamente la imagen pública de un escritor.
Thomas M. Disch
también tuvo que adaptarse al mercado para vivir, y conectar con un público
determinado a través de una imagen estereotipada. Que fuera homosexual,
anticlerical y de izquierdas no dio interés a sus personajes, ni profundidad a
sus tramas, ni dio calidad a sus relatos. Es que fue un buen escritor. Nada
más. Si la Iglesia católica censuró alguno de sus libros, esto sólo le dio
publicidad gratuita, especialmente en aquellos Estados Unidos de los años 60 y
70 cuyo movimiento intelectual y cultural no se distinguían precisamente por el
conservadurismo.
Los genocidas se publicó en
1965, y fue su primera obra larga. Todo el mundo la incluye entre la new wave debido a la problemática de
fondo y al comportamiento de los personajes. El escenario es una Tierra invadida por unas
semillas del espacio exterior, como en Los ladrones de cuerpos, de Jack Finney. En abril de 1972 –es lo que tiene
mirar al futuro desde el pasado-, un billón de esporas llegaron a un planeta
con sobrepoblación, que era una de las preocupaciones típicas de la new wave. Las
plantas se reproducían y crecían a mucha velocidad. Desarrollaron inmunidades
contra parásitos y venenos. Nada podía con ellas, ni siquiera “el gobierno” –así
lo escribe Disch-, al estilo de El día de los trífidos, de John Wyndham. En tres años acabaron con el resto de la flora y la fauna. No
dejaban pasar la luz, ni el aire, y acababan con los nutrientes de la tierra.
Pero no era una
mera coincidencia. Disch da a entender que la Tierra se convirtió en un campo
de cultivo de alguna especie de otro planeta. Claro, para esa especie, el
Hombre era una plaga que había que extinguir. Y efectivamente, los humanos
empezaron a desaparecer para permitir el libre desarrollo de las plantas
invasoras. Para rematar el genocidio, los alienígenas –que nunca aparecen-
pusieron a rondar una especie de robots-bola exterminadores, que cuando pillan
a alguien lo dejan como la ceniza de un puro.
En historias de
este tipo, casi más importante que el hecho de la invasión, es la cuestión
humana; esto es, ¿qué hacen los seres humanos para sobrevivir? Ya lo vimos en La guerra de los mundos. Lo primero es
esconderse y luego encontrar medios de subsistencia. En el mundo new wave forman comunas de agricultores
y ganaderos, que son acosadas por “los merodeadores”, una especie de
saqueadores. La historia se sitúa en una de esas comunas, liderada por un
hombre muy religioso, y rodeado de personas de lo más variopintas a las que se
les une un par de supervivientes de ciudad. El protagonista es uno de estos
últimos, que arde en deseos de vengarse del líder de la comuna porque mató a su
compañera.
La novela es un
poco claustrofóbica, no sólo por los personajes sino por los lugares en los que
se desarrolla, especialmente en los últimos capítulos, que los pasan dentro de la raíz de una de las plantas invasoras. El final no sorprende; es
típico de la new wave. En definitiva,
una novela entretenida, que deja cierta desazón, lo que me ha recordado al
estilo de Moorcock en su He aquí el hombre. Claro que ese era precisamente el
objetivo de aquellos escritores.
Me extraña lo que dices: precisamente ser homosexual, anticlerical y de izquierdas da una capa de riqueza a lo que cuenta: esa rabia, esa empatía con algo que detesta, esa desesperación. No niegues a Disch el hombre completo que era, tampoco.
ResponderEliminarHola, Carlos. No creo que haya mayor “riqueza” -como tú dices- en un homosexual anticlerical de izquierdas, que en un heterosexual clerical de derechas, u homosexual clerical de derechas, o heterosexual clerical y de izquierdas (las combinaciones son muchas). No hay nada que lo demuestre, ni siquiera una prueba seudocientífica. Es un estereotipo falso, reproducido hace décadas en el pensamiento políticamente correcto. Hay homosexuales anticlericales de izquierdas que son auténticos mentecatos inútiles, como los hay en todas las tendencias habidas y por haber. Reducir la complejidad del ser humano y una vida entera a un cliché no tiene sentido. Lo que hizo de Disch un gran escritor fue su inteligencia y su trabajo, no su orientación sexual, ni sus ideas políticas o religiosas. Y ninguna de esas orientaciones o ideas son protagonistas del texto. Esto es lo que he querido decir.
ResponderEliminarGracias por comentar.
Hola Jorge.
EliminarCoincido con tu apreciación incial sobre los premios literarios. Al menos, en el caso de la CF, se puede decir que los premios Hugo son otorgados por los aficionados y no por una editorial que quiere promocionar un autor o un libro y pasar el cazo por ello. Por cierto, buena novela la de Disch, aunque con los típicos tics de la new wave.
Un saludo
Hola, Manuel.
EliminarPerdona el retraso en contestar pero he estado muy liado. Coincidimos en lo de los premios literarios -mucho mejor cuando se basan en obras ya publicadas y en la opinión de los aficionados- y en la apreciación de la novela de Disch.
Saludetes
¿Cómo? Jorge, eres tú quien está reduciendo esto a unos estereotipos. Lo que digo, repito, y léelo detenidamente, es que su condición da riqueza al relato, en el sentido que lo hace entender de otra manera. Pero qué digo, si es que en la ciencia ficción esto es básico: hay que conocer el entorno de cuando se escribió la novela para captar todas sus sutilezas: Gregory Benford preocupado por el estancamiento de la investigación en "Cronopaisaje", Joe Haldeman dando vueltas a la motivación de una intervención en Vietnam para "La guerra interminable", etcétera. Es algo básico. Y las motivaciones de Disch son básicas para entender sus textos como lo que son.
ResponderEliminarMe resulta muy cargante la nueva ola. Veladamente intentan dar lecciones al lector. Estoy cansado de la ciencia ficción que se puede situar en una época con una problemática muy concreta. Mi problema es que si a los diez años se resuelven esos problemas (p.ej. crisis del petróleo) o se hacen nuevos descubrimientos (exoplanetas), lo que quedan son obras de ciencia ficción que envejecen mal.
ResponderEliminarNo sé si es el caso de esta obra, pero es una reflexión que dejo aquí.
Un saludo.
Hola, Pablo. Gran parte de la literatura de género envejece mal, no sólo la new wave de la ciencia-ficción. Aun así muchas se leen con gusto porque son grandes obras literarias. El que quisieran dar lecciones va con la época y la mentalidad, pero tiene su gracia.
EliminarGracias por comentar.
Saludetes
Carlos, perdona que no te haya contestado antes pero me ha sido imposible.
ResponderEliminarYa veo que no sólo nos has leído bien mi respuesta, sino que tampoco has leído mis otras reseñas (no te culpo), a pesar de lo cual me juzgas. En fin; si es "básico" para entender a un autor -como tú dices-, también lo es para censurar a sus críticos, y veo que tú no lo tienes en cuenta para juzgarme. Si echas un vistazo a alguna de mis reseñas (Wells, London, Cordwainer Smith, Haldeman,…), verás que si me caracterizo por algo es por contextualizar; sobre todo en Haldeman, así que en esto también te confundes. Siempre tengo en cuenta la condición humana del escritor, y saco sólo aquello que tiene que ver con la novela en cuestión.
Lee bien lo que escribí: “Los genocidas” no tiene nada que ver con la homosexualidad. La referencia a la homosexualidad de Disch para escribir esta novela es por tanto gratuita. Es evidente, en consecuencia, que le influyeron mucho más para escribir “Los genocidas” el mundo cultural y las preocupaciones new wave, como he escrito. Quizá confundes lo que tú quieres ver en esta novela de Disch con lo que la novela es en realidad.
Por otro lado, y sin ánimo de polemizar porque el tema me parece bastante rancio, he escrito que no hay mayor “riqueza” –como tú la calificas- en ser homosexual que en ser heterosexual. Si no es así, demuéstramelo.