sábado, 28 de marzo de 2009

PIERRE BOULLÉ - El planeta de los simios, 1985 (1963).



¡Cuánto tiempo había deseado leer esta novela! ¿A quién no le gusta la película de Charlton Heston? El ritmo de la cinta es tan trepidante y el final tan espectacular que difícilmente se puede olvidar. Y pensando que en muchos casos, prácticamente en todos como dice el tópico, la novela supera a la película, busqué la obra de Pierre Boullé. No fue fácil, pues se había agotado rápidamente a pesar de que se editó en edición de bolsillo.

Una de las primeras cosas que me sorprendió fue que el autor era francés. Parecía el típico periodista de los años sesenta, imbuido de rechazo al sistema, a la guerra, a la generación anterior y repleto de sueños de paz, arco iris y flores, pero no era así. Se trataba de un luchador contra los nazis que pasó cuatro años en un campo de concentración japonés. Esta experiencia le sirvió para escribir El puente sobre el río Kwai. También me llamó la atención que no estaba entre los autores de CF, ni siquiera su obra El planeta de los simios. ¿Cómo era posible? No podía ser. Lo achaqué al purismo de ciertos críticos y nada más.

sábado, 21 de marzo de 2009

WILLIAM GIBSON - Neuromante, 2005 (1984).


En mi carrera por leer lo mejor de la CF cometí un error: adentrarme en Neuromante. Había leído tan buenas críticas que todo me empujaba. Nada más y nada menos que tres de los más importantes premios de la novela de CF en 1985: Nébula, Hugo y Philip K. Dick. Es más, Gibson había iniciado con esta obra un nuevo estilo, el ciberpunk, que había marcado sobre todo la producción cinematográfica, como el caso de Matrix o Johnny Mnemonic. Una nueva estética marcada por lo negro, la ingeniera genética y la informática, en la que el futuro era desolador y no había otros mundos, sino éste.

Leí sobre el ciberpunk y su agotamiento como tendencia literaria. Aún así, y siempre dispuesto a seleccionar lo mejor, compré la novela de Gibson en FNAC. Qué emoción, y qué ingenuidad. Comencé la lectura con pasión, llevándomela a cualquier

sábado, 14 de marzo de 2009

RAY BRADBURY - Crónicas marcianas, 2002 (1946)



La verdad es que no topé con Bradbury en ese momento. Años atrás leí Fahrenheit 451; una novela que hace sentir bien al lector por dos motivos: según devora las páginas se siente libre y, además, poseedor de un tesoro, el libro, que le incluye en la élite romántica de los portadores del saber humano. Recuerdo, además, que vi a Ray Bradbury en una serie de televisión, que resultó ser The Ray Bradbury Theater. Aparecía al final del capítulo, rodeado de chismes y libros viejos, con una camisa clara, el pelo blanco, entrado en carnes, sonriente y explicando alguna cosa.

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