Creo que cualquiera que llegue a la madurez se puede sentir identificado con los primeros párrafos de este relato de Lovecraft. No tanto con el tono conservador que destila, en el que desprecia los principios de la modernidad y el curso de la civilización, sino con la pérdida de la capacidad para imaginar, la ensoñación o la fantasía en el paso a la edad madura. Transformados por el entorno social, ese yo imaginativo que se quedó atrás sólo tiene un momento para manifestarse: durante el sueño, donde el inconsciente recrea los mundos, las situaciones y los personajes que la vigilia y la realidad mantienen arrinconados.
Al cumplir los treinta años, Randolph Carter había perdido la "llave de la puerta de los sueños" porque el materialismo y el racionalismo "le habían encadenado a las cosas de la realidad". Las costumbres sociales y los "filósofos" le dijeron que si soñaba