Si el paso del tiempo te angustia, y te das una importancia
digna de terapia, es mejor que no leas esta novela. Aldiss quiso escribir un
libro que reflejara la fragilidad del ser humano, su insignificancia y la
relatividad del tiempo. Brian Aldiss escribió un conjunto de relatos dominados
por el principio de la transitoriedad; es decir, que nada es eterno. Es más; en
cada uno de los cuentos va poniendo al descubierto lo que a su entender es la
estupidez humana y su paso imperceptible para la Historia del Tiempo. Los “calentólogos”
y agoreros de lo nefasto del ser humano se van a llevar un pequeño chasco con
este libro de la new-wave.
La razón es que parece que da igual lo que hagamos; a fin de cuentas no somos más que accidentes mínimos de la evolución natural,
y nuestro “daño” al planeta es ridículo. De esta manera, las vidas particulares
y los “grandes” problemas” que nos atenazan carecen de importancia, nuestro planeta no es nada,
el sistema solar que nos cobija es una menudencia, y la galaxia…, la galaxia es
un simple, pequeño y volátil grano de arena, un “pequeño laboratorio cósmico –escribe
al final de la novela- para los ciegos experimentos de la naturaleza”.