Clarke no es uno de mis escritores favoritos. Posiblemente su corrección científica sea encomiable, no lo dudo, pero sus dotes literarias son menores. Le falta tensión narrativa y los personajes carecen de profundidad. Sus relatos son fríos, descriptivos, como si fueran documentales de la BBC: impecables, pero carentes de chispa. Así es El centinela, el cuento corto que constituye el origen de una de las historias más famosas de la ciencia ficción: 2001: una odisea del espacio.
La historia es sencilla. Un hombre de una base lunar descubre algo que brilla en una de las montañas lunares. Un día decide emprender una excursión con un amigo. El ascenso es complicado, y cuando culmina la cumbre encuentra una pirámide