Leer a Stanislaw Lem deja una sensación extraña: apetece
seguir leyendo, buscar libros que traten del hombre y de su esencia de una forma
distinta, pero aleja de otro tipo de ciencia-ficción, de aquella que cuenta trivialidades
pero en un contexto futurista. Y lo digo sinceramente: tras leer las Memorias de Ijon Tichy siento cierto
hastío hacía esas novelas sobre luchas espaciales y similares estereotipos, o
fantasías heroicas de magos, orcos y demás personajes copiados del universo
tolkeniano. En la selección de lecturas obedezco a mis prontos, a la voz
interior que me decide por un libro no planeado pero que me apetece en ese
momento. La elección de una novela la veo como entrar hambriento en una enorme
y repleta despensa, en la que se puede degustar cualquier cosa. Absoluta
libertad del instinto. A veces me equivoco, claro, y tomo un petardo, pero ese
es el precio y estoy dispuesto a pagarlo.
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martes, 22 de abril de 2014
miércoles, 25 de septiembre de 2013
STANISLAW LEM - Diario de las estrellas. Viajes (1971)
El otro día compré un libro antiguo; viejo que diría alguno con
mucha razón. Salía del Pasadizo de San Ginés, en Madrid, abrazado a mi chica y
hablando de lo poco que me gusta Valle-Inclán. Nos paramos en la conocida librería
que da a la ahora peatonal calle Arenal. Libros a tres, seis, diez y más euros.
Eché un vistazo. Hacía una tarde maravillosa, de esas en las que parece posible
cualquier cosa. Los títulos de los ejemplares baratos eran graciosos,
entrañables y extraños, pasados de moda, propios de otros tiempos. Y allí
estaba: “Ciencia ficción, selección 21”, de la editorial Bruguera. El Libro
Amigo. 1976. Ja. La portada era como para esconderla. Al fondo se veía un
enorme casco, posiblemente de astronauta, y en primer plano gente ataviada con
túnicas, asustada, con los brazos en alto porque se les desprendía la cabeza.
De su cuello salían tres rayitas para dar la sensación de que se les separaba
violentamente. Lo compré, por supuesto. Tres euros. Dentro tiene una novela
completa de Jack Vance, El hombre sin
rostro, de 1971, y una de esas introducciones de Carlos Fabretti que te
hacen creer que el Che va a aparecer paseando por la Puerta del Sol de un
momento a otro.
domingo, 17 de julio de 2011
STANISLAW LEM - Solaris (1961)
Fue una de esas cosas que se hacen con buena intención. Le dije a mi compañera que leyera Solaris y que luego lo haría yo. Habíamos compartido muchas lecturas, sobre todo de aquellos libros que han tenido una versión cinematográfica. Y el de Stanislaw Lem tiene dos: la rusa, de 1972, y la de George Clooney, de 2002. El plan era el de siempre: primero lectura, luego visionado de pelis, y por último, debate con un buen martini. El problema es que la chica se quedaba dormida. “No puedo con él. Lo siento. No es mi tipo de literatura”. Tan comprensivo como caballeresco, contesté: “No te preocupes. Lo entiendo”. Claro; de todo el plan nos quedamos sólo con el martini.
sábado, 11 de abril de 2009
STANISLAW LEM - Retorno de las estrellas, 2005 (1961)
¿Polaco?

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