domingo, 19 de octubre de 2014

H. P. LOVECRAFT, Herbert West, el resucitador, 2014 (1922)

Fui a La Casa del Libro (una librería) buscando algo distinto, una novela que no me pareciera la enémisa historia sobre lo mismo, ese constante y molesto déjà vu. La sección dedicada al género de Terror era minúscula, apenas un par de baldas. Stephen King, Bram Stoker, Poe,…en fin. ¿Y algo nuevo, please? Abajo, casi en el suelo, un cartelito que rezaba algo como: “El rincón zombi”. Cogí un ejemplar titulado “Septiembre zombie”, de David Mood, con la siguiente sinopsis, más o menos: “Una epidemia termina con el mundo tal y como lo conocemos. Un puñado de supervivientes lucha en una ciudad llena de peligros”. Qué pereza. Otro, que no recuerdo el título: “En un solo día el 99% de la población es zombi. Los que aún quedan con vida han de enfrentarse a amenazas…etc., etc., etc.”. Sueño mortal. En consecuencia, y como suelo decir: en caso de dudas o vacío hay que acudir a un clásico. Así leí “Herbert West, reanimador”, de H. P. Lovecraft. Tremendo. Por cierto, nada que ver con la película.

domingo, 21 de septiembre de 2014

LEIGH BRACKETT - Terror en el espacio (1944)


Venus, Marte y Júpiter son los tres planetas de nuestro sistema solar que han alimentado la imaginación de los escritores. Poul Anderson con Llamadme Joe (1957) y Clarke con 2001. Una odisea del espacio (1968) dieron vida a Júpiter. Marte, desde H. G. Wells con La guerra de los mundos (1898), pasando por Fredric Brown y Marcianos go home (1955) al Marte rojo (1992) de Kim Stanley Robinson. Leigh Brackett ha construido sus historias en torno a Marte y a Venus, dos planetas que recrea al estilo de Edgar Rice Bourroughs y su John Carter; es decir, medievales, románticos y repletos de seres fantásticos. Terror en el espacio (Terror out of space, 1944) se publicó en Planet Stories, como el resto de historias de Brackett dedicadas a Venus menos The Moon that vanished (1948). En España se incluyó en la antología El planeta oculto (Edhasa, 1964).

La novelita empieza bien. Parece sacada de Alien, el octavo pasajero. Una nave transporta una caja que contiene un "monstruo" proveniente de una nube espacial que ha llegado a Venus. El lector no sabe qué es. El caso es que el monstruo vuelve locos a los hombres, no a las mujeres, y provoca el suicidio. De los tres tripulantes, uno ha caído bajo sus redes y está atado a su cama.

domingo, 7 de septiembre de 2014

H. G. WELLS - El nuevo acelerador, y otros relatos (1998)

Lo malo de las ediciones baratas es que solo cuidan las formas, pero fallan estrepitosamente en el contenido. El producto –el libro- es tratado con indiferencia, como si diera igual con tal de tenerlo “empaquetado”. A estas alturas de mi vida quiero que un clásico tenga un buen y breve estudio preliminar, con notas del editor para explicar detalles, amén de una traducción decente. Ha coincidido que he leído al azar algunos artículos de Julio Camba recogidos en La rana viajera” y Un año en el otro mundo, de la Colección Austral. Deliciosos, pero no indicaba la fecha ni el periódico, con lo que el texto perdía sentido. Esto le ocurre al libro titulado El nuevo acelerador, de H. G. Wells, que publicó el diario El Mundo en su colección “Las novelas del verano”, allá por 1998. Ni un miserable prólogo –claro que leí el Lucía Etxebarría a “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, y casi es peor-, ni una nota de pie de página que indique el año de la edición de cada cuento.

Al buscar cada narración de Wells por internet, claro, vi que la BBC 4 había seriado esos cuentos. Qué maravilla.  Igualito que aquí, donde hablar de libros en los medios, incluida la red de redes, es cosa de “frikis”. No hay más que poner en el buscador “blogs de literatura”, y echarse a temblar.

sábado, 23 de agosto de 2014

ARTHUR C. CLARKE - 2001. Una odisea del espacio (1968)

La habitación de mi tío Santi era mágica. Estaba decorada en plan moderno. Moqueta azul oscuro, focos de colores, un equipo de música que entonces parecía impresionante, una colección infinita de discos, y libros llenos de misterios. Recuerdo uno en especial que relataba la vida del Curupira, un monstruo selvático que meaba ácido a treinta metros, y que tenía los pies al revés para confundir a sus víctimas. También estaba “Canción de navidad”, de Dickens, los misterios de Alfred Hitchcock, libros de viajes, y tantos otros que hojeaba en aquellas largas tardes de mi niñez. Arriba, en un estante sobre la cama, descansaban sus casetes. Los había originales, claro, pero otros que confeccionaba él, y cuya portada ilustraba magníficamente porque siempre fue un gran pintor y dibujante. Entre ellos estaba “Así habló Zarathustra”. “¿Y esto, tío?”. “Es la música de la película 2001. Una odisea del espacio”. Yo era un niño y prefería La guerra de las galaxias, o Alien, el octavo pasajero, y a John Williams antes que a los Strauss.

No recuerdo la primera vez que vi la película, pero sí que me dejó frío. Yo estaba en otra cosa; en espadas láser, naves interestelares, razas espaciales,…qué sé yo. Y el que diga que prefería la cinta de Kubrick y Clarke a toda esa space opera es que no fue niño, o es un mentiroso.

lunes, 21 de julio de 2014

TERRY PRATCHETT y NEIL GAIMAN - Buenos presagios (1990)

Paseábamos entre libros. Nos envolvía esa sensación de ansiedad y miedo que solo se tiene cuando se está descubriendo un amor. Tomaba un libro cualquiera entre mis manos y lo hojeaba con aparente interés, pero en realidad estudiaba sus movimientos, sus gestos. “Mira éste”, me decía mientras me acercaba uno. “Ah, muy interesante”, y deslizaba mis dedos entre los suyos. Y de nuevo a deambular entre los estantes de La Casa del libro, como si se tratara de una danza, sin perderla de vista. Bajé la mirada y ahí estaba, no ella, sino Buenos presagios. ¡Vaya título! Era una señal; estaba seguro. ¿Por qué no? Si hubiera sido “Mejor, pírate”…pero no. Dos palabras que parecían decir que esa chica de pelo castaño y lacio, sonrisa deslumbrante y ojos profundos, era “ella”. Lo compré, lógicamente, y leí las cien primeras páginas casi de un tirón. Luego la vida me golpeó y tuve que guardarlo en un cajón para mejor ocasión. Ese momento llegó poco después. El libro no podía quedar inconcluso. Leí a trompicones, robando minutos a todo porque me lo había tomado como una cuestión personal, como un triángulo absurdo entre el título, la chica y yo. Lo terminé. He aquí el resultado.

martes, 22 de abril de 2014

STANISLAW LEM - Diario de las estrellas. Memorias (1971)

Leer a Stanislaw Lem deja una sensación extraña: apetece seguir leyendo, buscar libros que traten del hombre y de su esencia de una forma distinta, pero aleja de otro tipo de ciencia-ficción, de aquella que cuenta trivialidades pero en un contexto futurista. Y lo digo sinceramente: tras leer las Memorias de Ijon Tichy siento cierto hastío hacía esas novelas sobre luchas espaciales y similares estereotipos, o fantasías heroicas de magos, orcos y demás personajes copiados del universo tolkeniano. En la selección de lecturas obedezco a mis prontos, a la voz interior que me decide por un libro no planeado pero que me apetece en ese momento. La elección de una novela la veo como entrar hambriento en una enorme y repleta despensa, en la que se puede degustar cualquier cosa. Absoluta libertad del instinto. A veces me equivoco, claro, y tomo un petardo, pero ese es el precio y estoy dispuesto a pagarlo.

domingo, 6 de abril de 2014

RAY BRADBURY - La feria de las tinieblas, 2002 (1962)

El último año de mi vida estoy escuchando con frecuencia que nada sucede por casualidad, sino por sincronicidad; es decir, y según Carl Gustav Jung, que dos acontecimientos coinciden por su contenido, en una especie de azar creativo. Complicado, ¿verdad? Al final acaba siendo una cuestión de fe. El asunto es que decidí leer La feria de las tinieblas (1962) de Ray Bradbury por dos razones: lo bien que escribe, y que había me había hecho el propósito de transitar las sendas literarias del misterio y el terror. Y es aquí donde tiene cabida la sincronicidad. Veamos.

Bradbury narra el cambio en la personalidad de un hombre maduro. Sí, ya sé que las reseñas repetitivas hablan de La feria de las tinieblas como el proceso de maduración de dos niños de trece años. Pero eso sería demasiado fácil. Bradbury usa el contraste entre el deseo de los críos por tener veinte años –edad que se figuran mágica-, con la madurez del padre de uno de ellos, capaz de asimilar el paso natural del tiempo como una bendición, no como una crueldad de la naturaleza. Este hombre pasa de ser un silencioso y neutro bibliotecario, a un hombre que toma las riendas de su vida con decisión, que se descubre como una persona que se sobrepone a las dificultades, que encara la vida, donde los “y si hubiera…” que a todos se pasan por la cabeza no son tan importantes, porque supone despreciar lo que hemos hecho y lo que tenemos.

sábado, 22 de febrero de 2014

QUINTO ANIVERSARIO DE IMPERIO FUTURA



Tal día como ayer, subí la primera entrada de mi blog de ciencia-ficción. Lo títulé IMPERIO FUTURA en un extraño homenaje a Star Wars e Isaac Asimov. La historia de Anakin Skywalker, el sólido Darth Vader, siempre me cautivó: era la vida truncada de un tipo que quiso hacer cosas buenas, llevar la paz y hacer justicia, pero que la mentira y la mala conciencia, el desorden psicológico provocado por el sufrimiento, y la dirección equivocada de sus habilidades, le provocaron tristeza y dolor. Pero al final, el bien, el amor a su hijo, le granjeaba el muy particular "cielo" de Star Wars. El otro personaje de la saga que me molaba era Han Solo. ¿Cómo no identificarse con el aventurero de buen corazón? Mil vidas por vivir, y todas al alcance de la mano. Otra cosa era Isaac Asimov y la saga de La Fundación. Era la ciencia-ficción madura, coherente, pensada para reflexionar, pero sin dejar de lado el entretenimiento ni la ensoñación. 

Decidí empezar por Soy leyenda, de Richard Matheson, y luego vinieron Bradbury y Crónicas Marcianas, Jack London y La plaga escarlata; H. G. Wells y La guerra de los mundos; Heinlein y sus Tropas del Espacio, y tantos otros. Nunca me preocupé mucho por el número de visitas. Algún mes se inflaron artificialmente por obra y gracia de un página. En otras ocasiones, fue el "éxito" de alguna entrada, como la de Leigh Brackett y La espada de Rhianon, un libro que me maravilló. 

Luego vinieron las obras de horror cósmico, con Lovecraft, cuyas entradas son las más visitadas del blog. A esto siguieron algunos libros de terror como los de Poe y Las aventuras de Arthur Gordon Pym, John W. Campbell y ¿Quién va ahí?; Adrian Ross y El agujero del infierno, Algernon Blackwood y El Wendigo, August Derleth y La máscara de Cthulhu, y yo qué sé. Siempre me he decidido por los clásicos. El tiempo es finito. No quiero señalar ahora nada más que los primeros que he recordado al escribir esto. Fueron casi todos una emoción descriptible; y tanto que decidí escribir sobre ellos. Es un buen sistema para no olvidar lo que se lee, ni todo lo que rodea la magia de la lectura. 

El blog cambió de aspecto pasados tres años. Le había añadido chorradas y el diseño era ya anticuado. Volverá a cambiar; seguro. Una vez decidí incluir publicidad, la de Adsense de google. Un error. La quité. Por otro lado, ha habido épocas en las que me he visto obligado a leer menos, y otras en las que no he podido escribir. Pero las historias están aquí, en mi memoria, y lo que pensé y sentí al leerlas, y lo que me ha quedado. Más tarde o más temprano las pondré negro sobre blanco. 

No voy a decir que vendrán cinco años más, porque es lo típico y porque nunca se sabe qué va a ocurrir. Han ido desapareciendo en este tiempo blogs y webs interesantes, como Literatura Prospectiva o La biblioteca de Kronanberg. Una pena. Pero, por otro lado, me alié con otros frikis para crear Planetas Prohibidos. No sé cuánto duraré con IMPERIO FUTURA. Es la magia de vivir y ser libre para algunas cosas, que aún tenemos un margen para decidir qué hacemos. De momento, seguimos. Gracias por estar ahí. 

lunes, 10 de febrero de 2014

GEORGE ORWELL - 1984, 2013 (1949)

Lo que estoy haciendo ahora es una muestra de libertad. Escribo lo que quiero, y lo publico aquí para que cualquiera pueda leerlo. Sé que hay alguien ahí que toma nota, o que podría tomar nota, de mis opiniones, aficiones, amistades, compras, viajes, trabajo o relaciones. Que los datos se pueden cruzar, y sacar perfiles y conclusiones con las que controlarme. Pero optar por la libertad es exponerse a ser juzgado, y asumo el riesgo. La vida merece la pena ser vivida si hay riesgo, si miramos más allá, si pensamos qué pasaría si hiciera o dijera esto otro. Porque en el fondo nos sentimos unos permanentes frustrados, siempre nos falta algo; es normal, es el sentimiento que ha hecho progresar la Humanidad. El dolor y el amor son los dos motores de la Historia. Amar la libertad es amarse a uno mismo, respetarse con cautela, buscar la mejora, el goce físico e intelectual, todo, la vida misma. Sin libertad, no hay individuo y no hay vida. Esto es lo que le pasa a Winston Smith, el protagonista de 1984, de George Orwell.

lunes, 27 de enero de 2014

STEWART O'NAN - Una oración por los que mueren (2009)

Los dos autores más citados en las contraportadas de los libros de terror son Lovecraft y Stephen King. Los editores están desesperados por conectar con unos lectores difíciles de convencer, por lo que recurren a casi cualquier cosa para llamar la atención. Retuercen frases y colocan citas para relacionar al escritor con los dos afamados autores del género. Así, cuando leí en la sobrecubierta del libro de Stewart O’Nan que éste era algo parecido al discípulo aventajado de Stephen King, pensé: “¿Otro?”. El editor había puesto en negrita: “Si aún no has leído a Stewart O’Nan, ¡no sé a qué estás esperando!” (Stephen King, Entertaiment Weekly). En fin. Además, en la sinopsis trasera daba a entender que en la acción del libro había mordiscos -"mandíbulas de miedo y muerte"-; es decir, que los muertos de Amistad, el pueblecito escenario de la obra,  parecía que se convertían en zombis. Claro, ¿cómo no aprovechar la moda zombi con una alusión velada que no compromete? Aun así decidí comprarlo, y entendí perfectamente la sinopsis: es un libro muy difícil de vender a no ser que conozcas al autor o leas las primeras páginas. ¿Por qué? La razón es que no se trata de una historia al uso, con su estructura formal, de presentación, nudo y desenlace. No hay una construcción enrevesada de la trama, con resolución final sorprendente. Pero que esto no confunda: el libro merece la pena. Veamos por qué.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Las mejores lecturas de 2013

Ha sido un año complejo, sin duda. La vida me obligó a leer menos en el primer trimestre. Lo eché de menos, pero sabía que me estaban esperando grandes historias, personajes entrañables y sueños por vivir. Y así fue. Solté lastre y poco a poco me recuperé. Lo he llamado "El Renacimiento". Pretencioso, lo sé, aunque es bastante descriptivo y lo suficientemente positivo como para animar a cualquiera. No leí; sin embargo fui confeccionado una lista de obras perfectas para disfrutar en mi nueva vida; una especie de "1.001 libros de ciencia-ficción, fantasía y terror que hay que leer antes de palmar". No es para tanto. Siempre se cuela algún indeseable (no va a ocurrir solo en la vida) y alguna equivocación (reconozco mi imperfección y la acepto). Creo que he dejado atrás mi etapa de clásicos de la ciencia-ficción de los años 50. Es probable que me sumerja en libros de la new wave; sí, un poco de nihilismo destroyer y de nuevas fronteras no viene mal. Además, en febrero de 2014, IMPERIO FUTURA cumplirá cinco años. Nada más y nada menos. Estoy buscando un logotipo que haga honor a tamaña efeméride. En fin. :)  

En el repaso a lo mejor de 2013 haré referencia a cuatro lecturas. 

1984, de George Orwell. Empezaré por una que aún no he reseñado. Lo tenía en formato epub para mi ebook pero he preferido comprármelo en papel para anotar todo lo que sabía que iba a encontrar. Es un libro maravilloso sobre el valor de la individualidad y de la libertad. Deberían leerlo todos los integristas, no solo los comunistas y sus actualizaciones alternativas. 

Diario de las estrellas, de Stanislaw Lem. A estas alturas creo que la carga contra el Estado, el totalitarismo y la religión, envuelta en una prosa maravillosa y una delicada ironía, me enganchó. De fondo, esa estupidez humana de la que deberíamos ser conscientes para avanzar. Desde aquí quiero saludar a todos los tontos y tontas solemnes, a esos que no toleran ideas o comportamientos distintos, que si no fueran tantos serían dignos de ser incluidos en un libro. 





Próxima centauri, de Murray Leinster. Si te gusta la buena ciencia-ficción, con un planteamiento realista en lo humano y en lo científico (adecuado a su tiempo, claro), no deberías perderte este relato largo. Me salvó un verano de lecturas regulares. Siempre lo relacionaré con el verde césped y el azul cielo. Cosas que pasan.






La torre de cristal, de Robert Silverberg. Me quedo con el retrato de la ambición humana, capaz de cualquier cosa, incluso de sacrificar lo más cercano o íntimo. Pero sobre todo me gustó la descripción del descubrimiento de una nueva vida por parte del androide, de un nuevo mundo exterior e interior, el de los sentimientos, las emociones y los deseos, el de la propia personalidad, el de una sociedad abierta y plural. 





Tengo el propósito, y el deseo también, de leer este 2014 un poco más de terror. Todavía la fantasía no me llama en exceso, pero todo se andará. De todas maneras, no suelo planificar mis lecturas aunque haga listas de libros imprescindibles. Me dejo llevar, porque dejarse llevar es uno de los más bonitos placeres en esto de la lectura. Y si no me crees, prueba. 

martes, 17 de diciembre de 2013

PHILIP K. DICK - Podemos recordarlo todo por usted (1966)

La película de Paul Verhoeven (1990), con el amigo Arnold y la potentísima Sharon Stone, animando la maravillosa BSO de Jerry Goldsmith, siempre estuvo entre mis películas de ciencia-ficción favoritas. La idea de creer que se está viviendo una vida que en realidad es falsa, y que al final se convierte en la verdadera, con un entorno que finge ser lo que no es: la esposa, los amigos y el trabajo, me pareció una sensación vertiginosa y, por tanto, atractiva. A esto Verhoeven añadió un rebaño de seres y efectos interesantísimos, mucho más allá de la prostituta de tres tetas. Por eso me decidí a leer el relato de Dick en el que los tres guionistas de Verhoeven se basaron. Y, además, hace poco vi el remake de 2012 de dirigió Len Wiseman.

Cuidado, porque encontré una novela con el mismo título, Desafío total, con una foto de la película en la portada. Atención: no se trata de dicho relato, sino de una novelización de la cinta de 1990. El cuento de Dick se puede encontrar fácilmente en alguna de sus recopilaciones, e incluso buscando un poco en internet. El título dickeano no era muy comercial, pero sí descriptivo: Podemos recordarlo todo por usted al por mayor (We can remember it for you wholesale, 1966). La comparación con las películas estaba servida. Veámosla.

domingo, 8 de diciembre de 2013

EMILIO CARRERE - La Torre de los Siete Jorobados (2004)


Escribir es una adicción y una terapia; es una forma de vida y de ganarse la vida. Mi oficio no es el de escritor -una palabra grave que se utiliza con demasiada facilidad-. A veces me ayuda a pasar económicamente el mes, pero nada más, y cada vez menos. Hace unos meses escribí a una revista de mi gremio, Ilustración de Madrid, para ofrecerles un artículo con el sacar un magro estipendio. La publicación estaba bien, con páginas satinadas, ilustradas y muy cuidadas. Además, incluían en cada número un desplegable de un mapa antiguo de Madrid, cosa que me fascina, y tenía colaboradores de enjundia. Les mandé una carta educada, muy cuidada en la expresión y en la forma. Al día siguiente obtuve la respuesta: "Estimado Sr. Vilches: Lamentamos comunicarle que el pasado mes de julio se ha cerrado la revista. De todas maneras, agradecemos su interés". Y se despedía cordialmente. Sí; escribir, publicar y vivir de ello no es fácil. Por eso me molesta la gente que se pone la etiqueta de "escritor" y que manda correos del siguiente tenor: "deseo colaborar en su revista que relatos puedo mandar solo ciencia ficcion, o tambien terror y fantasia". El escritor, siempre, en todo momento, ama el lenguaje; lo ama, no lo sodomiza.

domingo, 24 de noviembre de 2013

BRIAN W. ALDISS - Galaxias como granos de arena (1960)

Si el paso del tiempo te angustia, y te das una importancia digna de terapia, es mejor que no leas esta novela. Aldiss quiso escribir un libro que reflejara la fragilidad del ser humano, su insignificancia y la relatividad del tiempo. Brian Aldiss escribió un conjunto de relatos dominados por el principio de la transitoriedad; es decir, que nada es eterno. Es más; en cada uno de los cuentos va poniendo al descubierto lo que a su entender es la estupidez humana y su paso imperceptible para la Historia del Tiempo. Los “calentólogos” y agoreros de lo nefasto del ser humano se van a llevar un pequeño chasco con este libro de la new-wave

La razón es que parece que da igual lo que hagamos; a fin de cuentas no somos más que accidentes mínimos de la evolución natural, y nuestro “daño” al planeta es ridículo. De esta manera, las vidas particulares y los “grandes” problemas” que nos atenazan carecen de importancia, nuestro planeta no es nada, el sistema solar que nos cobija es una menudencia, y la galaxia…, la galaxia es un simple, pequeño y volátil grano de arena, un “pequeño laboratorio cósmico –escribe al final de la novela- para los ciegos experimentos de la naturaleza”.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

ORSON SCOTT CARD - El juego de Ender, 2006 (1977).



¡Esto es Esparta! Los niños eran apartados de sus madres a los siete años de edad, momento en el que se entregaban al Estado para una educación al servicio de la defensa de la comunidad. Agrupados bajo la severa vigilancia de los más experimentados, ocupaban su infancia en prepararse para la guerra. Los maestros llenaban incansablemente sus horas con pruebas de resistencia y juegos destinados a endurecer cuerpo y espíritu. La vida en familia apenas existía, y la falta de afecto la llenaban con la camaradería en su más amplio sentido. Claro que en la Hélade tomaban los nombres de Pausanias o Leónidas, y no Ender o Alai.


Orson Scott Card, el autor de esta célebre novela, estudió historia antigua tamizada por un credo mormón puro, no en balde nació en Salt Lake City. Card es del tipo de escritor que refleja sin ambages el propósito de convertir su profesión en un instrumento de extensión de sus principios religiosos o políticos -de hecho, el diario El País y Cinemanía, dan la noticia del estreno de la película basada en este libro con un largo artículo sobre la homofobia de Card-. La suma de todos estos factores es la obra El juego de Ender.

lunes, 21 de octubre de 2013

MICHAEL BISHOP - Desgraciadamente, Philip K. Dick ha muerto, 2009 (1987)

Novela leída en el metro. Sí, en el metro. Una de las cosas de mi nueva increíble vida es que he vuelto a coger el metro a diario. Mucha gente se queja de tener que pasar tiempo en el transporte público para ir a trabajar; a mí siempre me pareció una oportunidad para tener un tiempo seguro de lectura. Son modos distintos de tomarse la vida. Tanto viaje me ha permitido leer un libro magnífico de Michael Bishop titulado Desgraciadamente, Philip K. Dick ha muerto.

El origen del libro, como cualquiera puede imaginar, es la admiración hacia el maestro de la ciencia-ficción. Bishop intentó con acierto utilizar el estilo de Dick y hacer guiños al lector con las referencias a sus obras. El resultado es una más que notable novela. Los editores tuvieron el error de titularlo La ascensión secreta, que en una edición en castellano la subtitulan Llorad, Philip K. Dick ha muerto. Por fortuna, Bishop consiguió imponer al final el título que siempre quiso y que da sentido a la obra. Al final explico por qué.

miércoles, 2 de octubre de 2013

ISAAC ASIMOV - Fundación (1951)

Durante una extraña y entrañable temporada impartí clases en una Universidad privada. Fue una auténtica locura. Lo pasé bien, no siempre, claro, pero el balance fue positivo. Recuerdo sobre todo la maravillosa sensación que se obtiene cuando el trabajo, los compañeros y el ambiente son nuevos: todo parece mucho mejor que lo que se dejó atrás. Luego viene la aplastante realidad. Una de las mejores cosas fueron los alumnos, of course. Recuerdo la conversación con un chaval sobre la prognosis en la Historia (la capacidad para pronosticar los acontecimientos históricos basándonos en una regla científica o filosófica). Y, como no podía ser de otra manera, el alumno me dijo sonriendo: “Es que he leído Fundación, de Asimov”.

Yo lo había leído también. Lo tenía en la casa en la que vivía entonces, inmerso en una colección de vistosos colores que había sacado el periódico El Mundo. “Las cien mejores novelas del siglo XX”, creo que era

miércoles, 25 de septiembre de 2013

STANISLAW LEM - Diario de las estrellas. Viajes (1971)

El otro día compré un libro antiguo; viejo que diría alguno con mucha razón. Salía del Pasadizo de San Ginés, en Madrid, abrazado a mi chica y hablando de lo poco que me gusta Valle-Inclán. Nos paramos en la conocida librería que da a la ahora peatonal calle Arenal. Libros a tres, seis, diez y más euros. Eché un vistazo. Hacía una tarde maravillosa, de esas en las que parece posible cualquier cosa. Los títulos de los ejemplares baratos eran graciosos, entrañables y extraños, pasados de moda, propios de otros tiempos. Y allí estaba: “Ciencia ficción, selección 21”, de la editorial Bruguera. El Libro Amigo. 1976. Ja. La portada era como para esconderla. Al fondo se veía un enorme casco, posiblemente de astronauta, y en primer plano gente ataviada con túnicas, asustada, con los brazos en alto porque se les desprendía la cabeza. De su cuello salían tres rayitas para dar la sensación de que se les separaba violentamente. Lo compré, por supuesto. Tres euros. Dentro tiene una novela completa de Jack Vance, El hombre sin rostro, de 1971, y una de esas introducciones de Carlos Fabretti que te hacen creer que el Che va a aparecer paseando por la Puerta del Sol de un momento a otro.

miércoles, 28 de agosto de 2013

MURRAY LEINSTER - Próxima Centauri (1935)


Si te gustó Star Trek, sobre todo la original, o el ritmo de Battlestar Galáctica, o el ambiente de la película Pandorum (2009), no dejes de leer “Próxima Centauri”, aunque sea de 1935. Murray Leinster nunca decepciona. Ya hemos reseñado sus obras El planeta solitario (1978), Fuera de este mundo (1958) y Mundo prohibido (1962), y cada vez estoy más convencido de que es uno de los grandes de la ciencia-ficción.

Leinster publicó “Próxima Centauri” en la mítica revista pulp Astouding Stories en marzo de 1935. La historia causó gran impacto porque aplicaba a una space opera conceptos científicos que condicionaban su desarrollo y que se adelantaban a su tiempo, como era el límite de la velocidad de la luz en los viajes interestelares. Si a esto añadimos el maravilloso ritmo narrativo y lo bien pensada que está, es lógico que Isaac Asimov la seleccionara para los relatos que componen el libro Before the Golden Age y en España el segundo volumen de La Edad de Oro de la Ciencia Ficción.

miércoles, 21 de agosto de 2013

FRITZ LEIBER - El Gran Tiempo (1958)

Me equivoqué. Sí. No debía haber elegido esta novela para conocer a Fritz Leiber. Debí haber sospechado algo cuando la novela no ha sido reeditada y, en cambio, Crónicas del Gran Tiempo sí. Me despistó el que hubiera recibido el Hugo award en 1958; lo que no deja de sorprenderme. ¿Cómo esta novela recibió un premio como ese? Se nota que es una obra incompleta. Las primeras páginas de El gran tiempo enganchan y prometen; pero es una ilusión que abre más puertas de las que cierra. Ni siquiera me ha valido "el toque Leiber" del que habla Domingo Santos. Como diría el tío Stanislaw: "Fiasco". He aquí por qué.

Lo cierto es que esta novela está concebida para ser representada, como si fuera una obra de teatro y el escenario inamovible fuera "el Lugar", que no deja de ser el Centro de Recuperación de los Soldados de la Guerra del Tiempo. Demasiadas palabras con mayúsculas. No nos adelantemos. Leiber pone en boca de una mujer, de oficio "Anfitriona" de dicho Centro, una narración colateral insípida

martes, 13 de agosto de 2013

KEITH LAUMER - Mundos de Imperio (1961)

Una de las claves para asegurarse una buena necrológica es que los demás te recuerden según hayas pasado tus últimos días. La enfermedad que cambió la personalidad y anuló las capacidades de Keith Laumer (1925-1993) ha conseguido que nos llegue una imagen suya como la de un hombre irascible, cabreado con el mundo, y empeñado en volver a ser el escritor que fue antaño. El tiempo hace que las cosas, más o menos, se coloquen en su sitio. Por eso hay que acercarse a la obra de Keith Laumer recordando lo que fue en su esplendor, cuando estuvo a punto de ganar el premio Nébula en 1966, 1969 y 1971, y el Hugo en 1971 y 1978.  Supongo que para muchos será el autor de la saga de Retief, el embajador cómico, o el creador de esas enormes máquinas destructoras de nombre desafortunado, “Bolos”. A mí me interesaba el escritor de space opera, y me metí con “Mundos de Imperio”.

viernes, 2 de agosto de 2013

MAX BROOKS - Guerra Mundial Z (2006)


Max Brooks ha construido un bestseller perfecto, que se lee con ganas. Porque no es un libro sobre muertos caníbales y rabiosos, sino sobre la más íntima naturaleza del ser humano, sus sentimientos y sus reacciones, pero también refleja a la sociedad actual, el orden internacional y el papel de la política y la religión. El libro no retrata el fenómeno zombi, sino que parece un testimonio real de cómo respondería la Humanidad a una infección o amenaza sanitaria de este tipo.

La novela está dividida implícitamente en tres partes. La primera es la aparición y primera reacción ante la enfermedad. A esto le sigue la guerra contra los zombis, que dura tres años. Y finaliza con la difícil limpieza del planeta.  

El libro se plantea como la recopilación de los testimonios de personas que han sufrido la llamada “Guerra Mundial Z”. El supuesto autor se decide a publicarlo porque la comisión de las Naciones Unidas rechaza el informe por ser “muy

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