Fui a La Casa del
Libro (una librería) buscando algo distinto, una novela que no me pareciera
la enémisa historia sobre lo mismo, ese constante y molesto déjà vu. La sección dedicada al género
de Terror era minúscula, apenas un par de baldas. Stephen King, Bram Stoker,
Poe,…en fin. ¿Y algo nuevo, please?
Abajo, casi en el suelo, un cartelito que rezaba algo como: “El rincón zombi”.
Cogí un ejemplar titulado “Septiembre zombie”, de David Mood, con la siguiente
sinopsis, más o menos: “Una epidemia termina con el mundo tal y como lo
conocemos. Un puñado de supervivientes lucha en una ciudad llena de peligros”.
Qué pereza. Otro, que no recuerdo el título: “En un solo día el 99% de la
población es zombi. Los que aún quedan con vida han de enfrentarse a amenazas…etc.,
etc., etc.”. Sueño mortal. En consecuencia, y como suelo decir: en caso de
dudas o vacío hay que acudir a un clásico. Así leí “Herbert West, reanimador”,
de H. P. Lovecraft. Tremendo. Por cierto, nada que ver con la película.
IMPERIO FUTURA
Comentarios de libros de ciencia ficción, fantasía y terror
domingo, 19 de octubre de 2014
domingo, 21 de septiembre de 2014
LEIGH BRACKETT - Terror en el espacio (1944)
Venus, Marte y
Júpiter son los tres planetas de nuestro sistema solar que han alimentado la
imaginación de los escritores. Poul Anderson con Llamadme Joe (1957) y Clarke con
2001. Una odisea del espacio (1968) dieron vida a Júpiter. Marte, desde H. G.
Wells con La guerra de los mundos (1898), pasando por Fredric Brown y Marcianos go home (1955) al Marte rojo (1992) de Kim Stanley Robinson. Leigh
Brackett ha construido sus historias en torno a Marte y a Venus, dos planetas
que recrea al estilo de Edgar Rice Bourroughs y su John Carter; es decir, medievales,
románticos y repletos de seres fantásticos. Terror en el espacio (Terror out of
space, 1944) se publicó en Planet Stories, como el resto de historias de
Brackett dedicadas a Venus menos The Moon
that vanished (1948). En España se incluyó en la antología El planeta oculto (Edhasa, 1964).
La novelita
empieza bien. Parece sacada de Alien, el
octavo pasajero. Una nave transporta una caja que contiene un
"monstruo" proveniente de una nube espacial que ha llegado a Venus.
El lector no sabe qué es. El caso es que el monstruo vuelve locos a los
hombres, no a las mujeres, y provoca el suicidio. De los tres tripulantes, uno
ha caído bajo sus redes y está atado a su cama.
domingo, 7 de septiembre de 2014
H. G. WELLS - El nuevo acelerador, y otros relatos (1998)
Lo malo de las ediciones baratas es que solo cuidan las
formas, pero fallan estrepitosamente en el contenido. El producto –el libro- es
tratado con indiferencia, como si diera igual con tal de tenerlo “empaquetado”.
A estas alturas de mi vida quiero que un clásico tenga un buen y breve estudio
preliminar, con notas del editor para explicar detalles, amén de una traducción
decente. Ha coincidido que he leído al azar algunos artículos de Julio Camba recogidos
en La rana viajera” y Un año en el otro mundo, de la Colección Austral.
Deliciosos, pero no indicaba la fecha ni el periódico, con lo que el texto
perdía sentido. Esto le ocurre al libro titulado El nuevo acelerador, de H.
G. Wells, que publicó el diario El Mundo en su colección “Las novelas del
verano”, allá por 1998. Ni un miserable prólogo –claro que leí el Lucía Etxebarría a “Un
mundo feliz”, de Aldous Huxley, y casi es peor-, ni una nota de pie de página
que indique el año de la edición de cada cuento.
Al buscar cada narración de Wells por internet, claro, vi
que la BBC 4 había seriado esos cuentos. Qué maravilla. Igualito que aquí, donde hablar de libros en
los medios, incluida la red de redes, es cosa de “frikis”. No hay más que poner
en el buscador “blogs de literatura”, y echarse a temblar.
sábado, 23 de agosto de 2014
ARTHUR C. CLARKE - 2001. Una odisea del espacio (1968)
La habitación de mi tío Santi era
mágica. Estaba decorada en plan moderno. Moqueta azul oscuro, focos de colores,
un equipo de música que entonces parecía impresionante, una colección infinita
de discos, y libros llenos de misterios. Recuerdo uno en especial que relataba
la vida del Curupira, un monstruo selvático que meaba ácido a treinta metros,
y que tenía los pies al revés para confundir a sus víctimas. También estaba
“Canción de navidad”, de Dickens, los misterios de Alfred Hitchcock, libros de
viajes, y tantos otros que hojeaba en aquellas largas tardes de mi niñez.
Arriba, en un estante sobre la cama, descansaban sus casetes. Los había
originales, claro, pero otros que confeccionaba él, y cuya portada ilustraba magníficamente
porque siempre fue un gran pintor y dibujante. Entre ellos estaba “Así habló
Zarathustra”. “¿Y esto, tío?”. “Es la música de la película 2001. Una odisea del espacio”. Yo era un
niño y prefería La guerra de las galaxias,
o Alien, el octavo pasajero, y a John
Williams antes que a los Strauss.
No recuerdo la primera vez que vi
la película, pero sí que me dejó frío. Yo estaba en otra cosa; en espadas
láser, naves interestelares, razas espaciales,…qué sé yo. Y el que diga que
prefería la cinta de Kubrick y Clarke a toda esa space opera es que no fue niño, o es un mentiroso.
lunes, 21 de julio de 2014
TERRY PRATCHETT y NEIL GAIMAN - Buenos presagios (1990)
Paseábamos entre libros. Nos envolvía esa sensación de
ansiedad y miedo que solo se tiene cuando se está descubriendo un amor. Tomaba
un libro cualquiera entre mis manos y lo hojeaba con aparente interés, pero en
realidad estudiaba sus movimientos, sus gestos. “Mira éste”, me decía mientras
me acercaba uno. “Ah, muy interesante”, y deslizaba mis dedos entre los suyos.
Y de nuevo a deambular entre los estantes de La Casa del libro, como si se
tratara de una danza, sin perderla de vista. Bajé la mirada y ahí estaba, no
ella, sino Buenos presagios. ¡Vaya
título! Era una señal; estaba seguro. ¿Por qué no? Si hubiera sido “Mejor,
pírate”…pero no. Dos palabras que parecían decir que esa chica de pelo castaño
y lacio, sonrisa deslumbrante y ojos profundos, era “ella”. Lo compré,
lógicamente, y leí las cien primeras páginas casi de un tirón. Luego la vida me
golpeó y tuve que guardarlo en un cajón para mejor ocasión. Ese momento llegó
poco después. El libro no podía quedar inconcluso. Leí a trompicones, robando
minutos a todo porque me lo había tomado como una cuestión personal, como un
triángulo absurdo entre el título, la chica y yo. Lo terminé. He aquí el
resultado.
martes, 22 de abril de 2014
STANISLAW LEM - Diario de las estrellas. Memorias (1971)
Leer a Stanislaw Lem deja una sensación extraña: apetece
seguir leyendo, buscar libros que traten del hombre y de su esencia de una forma
distinta, pero aleja de otro tipo de ciencia-ficción, de aquella que cuenta trivialidades
pero en un contexto futurista. Y lo digo sinceramente: tras leer las Memorias de Ijon Tichy siento cierto
hastío hacía esas novelas sobre luchas espaciales y similares estereotipos, o
fantasías heroicas de magos, orcos y demás personajes copiados del universo
tolkeniano. En la selección de lecturas obedezco a mis prontos, a la voz
interior que me decide por un libro no planeado pero que me apetece en ese
momento. La elección de una novela la veo como entrar hambriento en una enorme
y repleta despensa, en la que se puede degustar cualquier cosa. Absoluta
libertad del instinto. A veces me equivoco, claro, y tomo un petardo, pero ese
es el precio y estoy dispuesto a pagarlo.
domingo, 6 de abril de 2014
RAY BRADBURY - La feria de las tinieblas, 2002 (1962)
El
último año de mi vida estoy escuchando con frecuencia que nada sucede por
casualidad, sino por sincronicidad; es decir, y según Carl Gustav Jung, que dos
acontecimientos coinciden por su contenido, en una especie de azar creativo. Complicado,
¿verdad? Al final acaba siendo una cuestión de fe. El asunto es que decidí leer
La feria de las tinieblas (1962) de
Ray Bradbury por dos razones: lo bien que escribe, y que había me había hecho
el propósito de transitar las sendas literarias del misterio y el terror. Y es
aquí donde tiene cabida la sincronicidad. Veamos.
Bradbury
narra el cambio en la personalidad de un hombre maduro. Sí, ya sé que las
reseñas repetitivas hablan de La feria de
las tinieblas como el proceso de maduración de dos niños de trece años.
Pero eso sería demasiado fácil. Bradbury usa el contraste entre el deseo de los
críos por tener veinte años –edad que se figuran mágica-, con la madurez del
padre de uno de ellos, capaz de asimilar el paso natural del tiempo como una
bendición, no como una crueldad de la naturaleza. Este hombre pasa de ser un
silencioso y neutro bibliotecario, a un hombre que toma las riendas de su vida
con decisión, que se descubre como una persona que se sobrepone a las
dificultades, que encara la vida, donde los “y si hubiera…” que a todos se
pasan por la cabeza no son tan importantes, porque supone despreciar lo que
hemos hecho y lo que tenemos.
sábado, 22 de febrero de 2014
QUINTO ANIVERSARIO DE IMPERIO FUTURA
Tal día como ayer, subí la primera entrada de mi blog de ciencia-ficción. Lo títulé IMPERIO FUTURA en un extraño homenaje a Star Wars e Isaac Asimov. La historia de Anakin Skywalker, el sólido Darth Vader, siempre me cautivó: era la vida truncada de un tipo que quiso hacer cosas buenas, llevar la paz y hacer justicia, pero que la mentira y la mala conciencia, el desorden psicológico provocado por el sufrimiento, y la dirección equivocada de sus habilidades, le provocaron tristeza y dolor. Pero al final, el bien, el amor a su hijo, le granjeaba el muy particular "cielo" de Star Wars. El otro personaje de la saga que me molaba era Han Solo. ¿Cómo no identificarse con el aventurero de buen corazón? Mil vidas por vivir, y todas al alcance de la mano. Otra cosa era Isaac Asimov y la saga de La Fundación. Era la ciencia-ficción madura, coherente, pensada para reflexionar, pero sin dejar de lado el entretenimiento ni la ensoñación.
Decidí empezar por Soy leyenda, de Richard Matheson, y luego vinieron Bradbury y Crónicas Marcianas, Jack London y La plaga escarlata; H. G. Wells y La guerra de los mundos; Heinlein y sus Tropas del Espacio, y tantos otros. Nunca me preocupé mucho por el número de visitas. Algún mes se inflaron artificialmente por obra y gracia de un página. En otras ocasiones, fue el "éxito" de alguna entrada, como la de Leigh Brackett y La espada de Rhianon, un libro que me maravilló.
Luego vinieron las obras de horror cósmico, con Lovecraft, cuyas entradas son las más visitadas del blog. A esto siguieron algunos libros de terror como los de Poe y Las aventuras de Arthur Gordon Pym, John W. Campbell y ¿Quién va ahí?; Adrian Ross y El agujero del infierno, Algernon Blackwood y El Wendigo, August Derleth y La máscara de Cthulhu, y yo qué sé. Siempre me he decidido por los clásicos. El tiempo es finito. No quiero señalar ahora nada más que los primeros que he recordado al escribir esto. Fueron casi todos una emoción descriptible; y tanto que decidí escribir sobre ellos. Es un buen sistema para no olvidar lo que se lee, ni todo lo que rodea la magia de la lectura.
El blog cambió de aspecto pasados tres años. Le había añadido chorradas y el diseño era ya anticuado. Volverá a cambiar; seguro. Una vez decidí incluir publicidad, la de Adsense de google. Un error. La quité. Por otro lado, ha habido épocas en las que me he visto obligado a leer menos, y otras en las que no he podido escribir. Pero las historias están aquí, en mi memoria, y lo que pensé y sentí al leerlas, y lo que me ha quedado. Más tarde o más temprano las pondré negro sobre blanco.
No voy a decir que vendrán cinco años más, porque es lo típico y porque nunca se sabe qué va a ocurrir. Han ido desapareciendo en este tiempo blogs y webs interesantes, como Literatura Prospectiva o La biblioteca de Kronanberg. Una pena. Pero, por otro lado, me alié con otros frikis para crear Planetas Prohibidos. No sé cuánto duraré con IMPERIO FUTURA. Es la magia de vivir y ser libre para algunas cosas, que aún tenemos un margen para decidir qué hacemos. De momento, seguimos. Gracias por estar ahí.
lunes, 10 de febrero de 2014
GEORGE ORWELL - 1984, 2013 (1949)
Lo que estoy haciendo ahora es una muestra de libertad. Escribo
lo que quiero, y lo publico aquí para que cualquiera pueda leerlo. Sé que hay
alguien ahí que toma nota, o que podría tomar nota, de mis opiniones,
aficiones, amistades, compras, viajes, trabajo o relaciones. Que los datos se
pueden cruzar, y sacar perfiles y conclusiones con las que controlarme. Pero optar
por la libertad es exponerse a ser juzgado, y asumo el riesgo. La vida merece
la pena ser vivida si hay riesgo, si miramos más allá, si pensamos qué pasaría
si hiciera o dijera esto otro. Porque en el fondo nos sentimos unos permanentes
frustrados, siempre nos falta algo; es normal, es el sentimiento que ha hecho
progresar la Humanidad. El dolor y el amor son los dos motores de la Historia. Amar
la libertad es amarse a uno mismo, respetarse con cautela, buscar la mejora, el
goce físico e intelectual, todo, la vida misma. Sin libertad, no hay individuo
y no hay vida. Esto es lo que le pasa a Winston Smith, el protagonista de 1984, de George Orwell.
lunes, 27 de enero de 2014
STEWART O'NAN - Una oración por los que mueren (2009)
Los dos autores más citados en las
contraportadas de los libros de terror son Lovecraft y Stephen King. Los editores están
desesperados por conectar con unos lectores difíciles de convencer, por lo que
recurren a casi cualquier cosa para llamar la atención. Retuercen frases y
colocan citas para relacionar al escritor con los dos afamados autores del
género. Así, cuando leí en la sobrecubierta del libro de Stewart O’Nan que éste
era algo parecido al discípulo aventajado de Stephen King, pensé: “¿Otro?”. El editor
había puesto en negrita: “Si aún no has leído a Stewart O’Nan, ¡no sé a qué
estás esperando!” (Stephen King, Entertaiment Weekly). En fin. Además, en la
sinopsis trasera daba a entender que en la acción del libro había mordiscos -"mandíbulas de miedo y muerte"-; es
decir, que los muertos de Amistad, el pueblecito escenario de la obra, parecía que se
convertían en zombis. Claro, ¿cómo no aprovechar la moda zombi con una alusión
velada que no compromete? Aun así decidí comprarlo, y entendí perfectamente la
sinopsis: es un libro muy difícil de vender a no ser que conozcas al autor o
leas las primeras páginas. ¿Por qué? La razón es que no se trata de una
historia al uso, con su estructura formal, de presentación, nudo y desenlace.
No hay una construcción enrevesada de la trama, con resolución final sorprendente.
Pero que esto no confunda: el libro merece la pena. Veamos por qué.
domingo, 29 de diciembre de 2013
Las mejores lecturas de 2013
Ha sido un año complejo, sin duda. La vida me obligó a leer menos en el primer trimestre. Lo eché de menos, pero sabía que me estaban esperando grandes historias, personajes entrañables y sueños por vivir. Y así fue. Solté lastre y poco a poco me recuperé. Lo he llamado "El Renacimiento". Pretencioso, lo sé, aunque es bastante descriptivo y lo suficientemente positivo como para animar a cualquiera. No leí; sin embargo fui confeccionado una lista de obras perfectas para disfrutar en mi nueva vida; una especie de "1.001 libros de ciencia-ficción, fantasía y terror que hay que leer antes de palmar". No es para tanto. Siempre se cuela algún indeseable (no va a ocurrir solo en la vida) y alguna equivocación (reconozco mi imperfección y la acepto). Creo que he dejado atrás mi etapa de clásicos de la ciencia-ficción de los años 50. Es probable que me sumerja en libros de la new wave; sí, un poco de nihilismo destroyer y de nuevas fronteras no viene mal. Además, en febrero de 2014, IMPERIO FUTURA cumplirá cinco años. Nada más y nada menos. Estoy buscando un logotipo que haga honor a tamaña efeméride. En fin. :)
En el repaso a lo mejor de 2013 haré referencia a cuatro lecturas.
1984, de George Orwell. Empezaré por una que aún no he reseñado. Lo tenía en formato epub para mi ebook pero he preferido comprármelo en papel para anotar todo lo que sabía que iba a encontrar. Es un libro maravilloso sobre el valor de la individualidad y de la libertad. Deberían leerlo todos los integristas, no solo los comunistas y sus actualizaciones alternativas.
Diario de las estrellas, de Stanislaw Lem. A estas alturas creo que la carga contra el Estado, el totalitarismo y la religión, envuelta en una prosa maravillosa y una delicada ironía, me enganchó. De fondo, esa estupidez humana de la que deberíamos ser conscientes para avanzar. Desde aquí quiero saludar a todos los tontos y tontas solemnes, a esos que no toleran ideas o comportamientos distintos, que si no fueran tantos serían dignos de ser incluidos en un libro.
Próxima centauri, de Murray Leinster. Si te gusta la buena ciencia-ficción, con un planteamiento realista en lo humano y en lo científico (adecuado a su tiempo, claro), no deberías perderte este relato largo. Me salvó un verano de lecturas regulares. Siempre lo relacionaré con el verde césped y el azul cielo. Cosas que pasan.
La torre de cristal, de Robert Silverberg. Me quedo con el retrato de la ambición humana, capaz de cualquier cosa, incluso de sacrificar lo más cercano o íntimo. Pero sobre todo me gustó la descripción del descubrimiento de una nueva vida por parte del androide, de un nuevo mundo exterior e interior, el de los sentimientos, las emociones y los deseos, el de la propia personalidad, el de una sociedad abierta y plural.
Tengo el propósito, y el deseo también, de leer este 2014 un poco más de terror. Todavía la fantasía no me llama en exceso, pero todo se andará. De todas maneras, no suelo planificar mis lecturas aunque haga listas de libros imprescindibles. Me dejo llevar, porque dejarse llevar es uno de los más bonitos placeres en esto de la lectura. Y si no me crees, prueba.
martes, 17 de diciembre de 2013
PHILIP K. DICK - Podemos recordarlo todo por usted (1966)
La película de Paul Verhoeven (1990), con el amigo Arnold y
la potentísima Sharon Stone, animando la maravillosa BSO de Jerry Goldsmith,
siempre estuvo entre mis películas de ciencia-ficción favoritas. La idea de
creer que se está viviendo una vida que en realidad es falsa, y que al final se
convierte en la verdadera, con un entorno que finge ser lo que no es: la
esposa, los amigos y el trabajo, me pareció una sensación vertiginosa y, por
tanto, atractiva. A esto Verhoeven añadió un rebaño de seres y efectos
interesantísimos, mucho más allá de la prostituta de tres tetas. Por eso me
decidí a leer el relato de Dick en el que los tres guionistas de Verhoeven se
basaron. Y, además, hace poco vi el remake de 2012 de dirigió Len Wiseman.
Cuidado, porque encontré una novela con el mismo título, Desafío total, con una foto de la
película en la portada. Atención: no se trata de dicho relato, sino de una
novelización de la cinta de 1990. El cuento de Dick se puede encontrar
fácilmente en alguna de sus recopilaciones, e incluso buscando un poco en
internet. El título dickeano no era muy comercial, pero sí descriptivo: Podemos recordarlo todo por usted al por mayor (We can remember it for you wholesale, 1966).
La comparación con las películas estaba servida. Veámosla.
domingo, 8 de diciembre de 2013
EMILIO CARRERE - La Torre de los Siete Jorobados (2004)
Escribir es una adicción y una terapia; es una forma de vida y de ganarse la vida. Mi oficio no es el de escritor -una palabra grave que se utiliza con demasiada facilidad-. A veces me ayuda a pasar económicamente el mes, pero nada más, y cada vez menos. Hace unos meses escribí a una revista de mi gremio, Ilustración de Madrid, para ofrecerles un artículo con el sacar un magro estipendio. La publicación estaba bien, con páginas satinadas, ilustradas y muy cuidadas. Además, incluían en cada número un desplegable de un mapa antiguo de Madrid, cosa que me fascina, y tenía colaboradores de enjundia. Les mandé una carta educada, muy cuidada en la expresión y en la forma. Al día siguiente obtuve la respuesta: "Estimado Sr. Vilches: Lamentamos comunicarle que el pasado mes de julio se ha cerrado la revista. De todas maneras, agradecemos su interés". Y se despedía cordialmente. Sí; escribir, publicar y vivir de ello no es fácil. Por eso me molesta la gente que se pone la etiqueta de "escritor" y que manda correos del siguiente tenor: "deseo colaborar en su revista que relatos puedo mandar solo ciencia ficcion, o tambien terror y fantasia". El escritor, siempre, en todo momento, ama el lenguaje; lo ama, no lo sodomiza.
domingo, 24 de noviembre de 2013
BRIAN W. ALDISS - Galaxias como granos de arena (1960)
Si el paso del tiempo te angustia, y te das una importancia
digna de terapia, es mejor que no leas esta novela. Aldiss quiso escribir un
libro que reflejara la fragilidad del ser humano, su insignificancia y la
relatividad del tiempo. Brian Aldiss escribió un conjunto de relatos dominados
por el principio de la transitoriedad; es decir, que nada es eterno. Es más; en
cada uno de los cuentos va poniendo al descubierto lo que a su entender es la
estupidez humana y su paso imperceptible para la Historia del Tiempo. Los “calentólogos”
y agoreros de lo nefasto del ser humano se van a llevar un pequeño chasco con
este libro de la new-wave.
La razón es que parece que da igual lo que hagamos; a fin de cuentas no somos más que accidentes mínimos de la evolución natural,
y nuestro “daño” al planeta es ridículo. De esta manera, las vidas particulares
y los “grandes” problemas” que nos atenazan carecen de importancia, nuestro planeta no es nada,
el sistema solar que nos cobija es una menudencia, y la galaxia…, la galaxia es
un simple, pequeño y volátil grano de arena, un “pequeño laboratorio cósmico –escribe
al final de la novela- para los ciegos experimentos de la naturaleza”.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
ORSON SCOTT CARD - El juego de Ender, 2006 (1977).
¡Esto es Esparta! Los niños eran apartados de sus madres a los siete años de edad, momento en el que se entregaban al Estado para una educación al servicio de la defensa de la comunidad. Agrupados bajo la severa vigilancia de los más experimentados, ocupaban su infancia en prepararse para la guerra. Los maestros llenaban incansablemente sus horas con pruebas de resistencia y juegos destinados a endurecer cuerpo y espíritu. La vida en familia apenas existía, y la falta de afecto la llenaban con la camaradería en su más amplio sentido. Claro que en la Hélade tomaban los nombres de Pausanias o Leónidas, y no Ender o Alai.
Orson Scott Card, el autor de esta célebre novela, estudió historia antigua tamizada por un credo mormón puro, no en balde nació en Salt Lake City. Card es del tipo de escritor que refleja sin ambages el propósito de convertir su profesión en un instrumento de extensión de sus principios religiosos o políticos -de hecho, el diario El País y Cinemanía, dan la noticia del estreno de la película basada en este libro con un largo artículo sobre la homofobia de Card-. La suma de todos estos factores es la obra El juego de Ender.
lunes, 21 de octubre de 2013
MICHAEL BISHOP - Desgraciadamente, Philip K. Dick ha muerto, 2009 (1987)
Novela leída en el metro. Sí, en el metro.
Una de las cosas de mi nueva increíble vida es que he vuelto a coger el metro a
diario. Mucha gente se queja de tener que pasar tiempo en el transporte público
para ir a trabajar; a mí siempre me pareció una oportunidad para tener un
tiempo seguro de lectura. Son modos distintos de tomarse la vida. Tanto viaje
me ha permitido leer un libro magnífico de Michael Bishop titulado Desgraciadamente, Philip K. Dick ha muerto.
El origen del libro, como cualquiera puede
imaginar, es la admiración hacia el maestro de la ciencia-ficción. Bishop intentó
con acierto utilizar el estilo de Dick y hacer guiños al lector con las
referencias a sus obras. El resultado es una más que notable novela. Los
editores tuvieron el error de titularlo La
ascensión secreta, que en una edición en castellano la subtitulan Llorad, Philip K. Dick ha muerto. Por fortuna,
Bishop consiguió imponer al final el título que siempre quiso y que da sentido
a la obra. Al final explico por qué.
miércoles, 2 de octubre de 2013
ISAAC ASIMOV - Fundación (1951)
Durante una extraña y
entrañable temporada impartí clases en una Universidad privada. Fue una
auténtica locura. Lo pasé bien, no siempre, claro, pero el balance fue
positivo. Recuerdo sobre todo la maravillosa sensación que se obtiene cuando el
trabajo, los compañeros y el ambiente son nuevos: todo parece mucho mejor que
lo que se dejó atrás. Luego viene la aplastante realidad. Una de las mejores
cosas fueron los alumnos, of course.
Recuerdo la conversación con un chaval sobre la prognosis en la Historia (la capacidad
para pronosticar los acontecimientos históricos basándonos en una regla
científica o filosófica). Y, como no podía ser de otra manera, el alumno me
dijo sonriendo: “Es que he leído Fundación,
de Asimov”.
Yo lo había leído también. Lo
tenía en la casa en la que vivía entonces, inmerso en una colección de vistosos
colores que había sacado el periódico El Mundo. “Las cien mejores novelas del
siglo XX”, creo que era
miércoles, 25 de septiembre de 2013
STANISLAW LEM - Diario de las estrellas. Viajes (1971)
El otro día compré un libro antiguo; viejo que diría alguno con
mucha razón. Salía del Pasadizo de San Ginés, en Madrid, abrazado a mi chica y
hablando de lo poco que me gusta Valle-Inclán. Nos paramos en la conocida librería
que da a la ahora peatonal calle Arenal. Libros a tres, seis, diez y más euros.
Eché un vistazo. Hacía una tarde maravillosa, de esas en las que parece posible
cualquier cosa. Los títulos de los ejemplares baratos eran graciosos,
entrañables y extraños, pasados de moda, propios de otros tiempos. Y allí
estaba: “Ciencia ficción, selección 21”, de la editorial Bruguera. El Libro
Amigo. 1976. Ja. La portada era como para esconderla. Al fondo se veía un
enorme casco, posiblemente de astronauta, y en primer plano gente ataviada con
túnicas, asustada, con los brazos en alto porque se les desprendía la cabeza.
De su cuello salían tres rayitas para dar la sensación de que se les separaba
violentamente. Lo compré, por supuesto. Tres euros. Dentro tiene una novela
completa de Jack Vance, El hombre sin
rostro, de 1971, y una de esas introducciones de Carlos Fabretti que te
hacen creer que el Che va a aparecer paseando por la Puerta del Sol de un
momento a otro.
miércoles, 28 de agosto de 2013
MURRAY LEINSTER - Próxima Centauri (1935)
Si te gustó Star Trek,
sobre todo la original, o el ritmo de Battlestar
Galáctica, o el ambiente de la película Pandorum
(2009), no dejes de leer “Próxima Centauri”, aunque sea de 1935. Murray
Leinster nunca decepciona. Ya hemos reseñado sus obras El planeta solitario (1978), Fuera de este mundo (1958) y Mundo prohibido (1962), y cada vez estoy más
convencido de que es uno de los grandes de la ciencia-ficción.
Leinster publicó “Próxima Centauri” en la mítica revista
pulp Astouding Stories en marzo de
1935. La historia causó gran impacto porque aplicaba a una space opera conceptos científicos que condicionaban su desarrollo y
que se adelantaban a su tiempo, como era el límite de la velocidad de la luz en
los viajes interestelares. Si a esto añadimos el maravilloso ritmo narrativo y
lo bien pensada que está, es lógico que Isaac Asimov la seleccionara para los
relatos que componen el libro Before the
Golden Age y en España el segundo volumen de La Edad de Oro de la Ciencia Ficción.
miércoles, 21 de agosto de 2013
FRITZ LEIBER - El Gran Tiempo (1958)
Me equivoqué. Sí. No debía haber elegido esta novela para conocer a Fritz Leiber. Debí haber sospechado algo cuando la novela no ha sido reeditada y, en cambio, Crónicas del Gran Tiempo sí. Me despistó el que hubiera recibido el Hugo award en 1958; lo que no deja de sorprenderme. ¿Cómo esta novela recibió un premio como ese? Se nota que es una obra incompleta. Las primeras páginas de El gran tiempo enganchan y prometen; pero es una ilusión que abre más puertas de las que cierra. Ni siquiera me ha valido "el toque Leiber" del que habla Domingo Santos. Como diría el tío Stanislaw: "Fiasco". He aquí por qué.
Lo cierto es que esta novela está concebida para ser representada, como si fuera una obra de teatro y el escenario inamovible fuera "el Lugar", que no deja de ser el Centro de Recuperación de los Soldados de la Guerra del Tiempo. Demasiadas palabras con mayúsculas. No nos adelantemos. Leiber pone en boca de una mujer, de oficio "Anfitriona" de dicho Centro, una narración colateral insípida
martes, 13 de agosto de 2013
KEITH LAUMER - Mundos de Imperio (1961)
Una de
las claves para asegurarse una buena necrológica es que los demás te recuerden
según hayas pasado tus últimos días. La enfermedad que cambió la personalidad y
anuló las capacidades de Keith Laumer (1925-1993) ha conseguido que nos llegue
una imagen suya como la de un hombre irascible, cabreado con el mundo, y
empeñado en volver a ser el escritor que fue antaño. El tiempo hace que las
cosas, más o menos, se coloquen en su sitio. Por eso hay que acercarse a la
obra de Keith Laumer recordando lo que fue en su esplendor, cuando estuvo a
punto de ganar el premio Nébula en 1966, 1969 y 1971, y el Hugo en 1971 y 1978.
Supongo que para muchos será el autor de
la saga de Retief, el embajador
cómico, o el creador de esas enormes máquinas destructoras de nombre
desafortunado, “Bolos”. A mí me interesaba el escritor de space opera, y me metí con “Mundos de Imperio”.
viernes, 2 de agosto de 2013
MAX BROOKS - Guerra Mundial Z (2006)
Max Brooks ha construido un
bestseller perfecto, que se lee con ganas. Porque no es un libro sobre muertos
caníbales y rabiosos, sino sobre la más íntima naturaleza del ser humano, sus
sentimientos y sus reacciones, pero también refleja a la sociedad actual, el orden internacional
y el papel de la política y la religión. El libro no retrata el fenómeno zombi,
sino que parece un testimonio real de cómo respondería la Humanidad a una
infección o amenaza sanitaria de este tipo.
La novela está dividida
implícitamente en tres partes. La primera es la aparición y primera reacción
ante la enfermedad. A esto le sigue la guerra contra los zombis, que dura tres
años. Y finaliza con la difícil limpieza del planeta.
El libro se plantea como la
recopilación de los testimonios de personas que han sufrido la llamada “Guerra
Mundial Z”. El supuesto autor se decide a publicarlo porque la comisión de las
Naciones Unidas rechaza el informe por ser “muy
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