domingo, 9 de octubre de 2011

DOUGLAS ADAMS - Guía del autoestopista galáctico (1979)


Lo cierto es que película basada en este libro me encantó. Era la clásica historia de chico busca chica, envuelta en un planteamiento humorístico sobre el sentido de la vida y la construcción del universo. Se la presté a un matrimonio amigo correspondiendo a que ellos me habían dejado El velo pintado, un drama de Edward Norton y la guapísima Naomi Watts, lleno de chinos enfermos. Mi peli no tuvo mucho éxito: ella dijo
que era un rollo, y él me la devolvió diciendo “Es simpática”. No me importó y anoté mentalmente: “Ahora, lee el libro”.

Tenía la imagen de Douglas Adams como un tipo divertido. En realidad, la Guía era el resultado de un programa de radio de la BBC en el que Adams radiaba los episodios. Esto me recordaba aquellos programas de radio que en la Cadena Ser y en RNE llenaban las primeras horas de la noche del sábado de misterio, terror y ciencia-ficción. Eran otros tiempos, antes del show de Iker Jiménez, en los que brillaba con justicia Juan José Plans. Imaginaba a aquellos británicos enganchados a las narraciones radiofónicas de Adams, pegados al receptor, sonriendo.

Bueno; pues este verano lo leí. El libro es una gran, inmensa, gigantesca, enorme, inconmensurable y elefantiásica chorrada, por lo menos hasta el final. La historia inicial es más o menos conocida porque sigue la película. Arthur Dent, el humano, y Ford Perfect, el alien que está en nuestro planeta para actualizar la voz “Tierra” de la Guía. Vino para una semana y se quedó quince años. Para justificar que no hacía nada dijo que era actor en paro –un chiste de Adams, amigo de los Monty Phyton-. Los dos salen de la Tierra poco antes de que los vogones, otros alienígenas, la destruyeran para construir una ruta directa hiperespacial. Y salen del planeta haciendo autostop.

La Guía es el libro más vendido de la Galaxia, mucho más que la Enciclopedia Galáctica –pobre Asimov-, porque es más barata y además en su portada pone “No se asuste”. Ford Perfect, cuyo nombre es otra broma, era uno de los encargados de la investigación de campo para la Nueva Edición Revisada de la Guía, que funciona como un tablet. La revisión es lógica, porque la entrada “Tierra” sólo pone “Inofensiva”, cosa que cabrea a Arthur. Luego aparecen el resto de personajes. Zaphod Beeblebrox, presidente del Gobierno Galáctico Imperial, y (doble) jeta profesional; y luego la chica, que no tiene un papel importante como en la peli, y el robot depresivo, también menos divertido.

Las páginas pasan sin que ocurra nada de interés hasta que llegan al planeta Magrathea, lugar donde viven los míticos constructores de mundos. Slartibarfast, un magratheano, explica a Arthur que la Tierra fue encargada, pagada y gobernada por ratones, porque los ratones son “la proyección en nuestra dimensión de seres predimensionales sumamente hipersensibles. Todo eso del queso y de los gritos no es más que una fachada”. Para encontrar respuesta al sentido de la vida, los ratones construyeron un superordenador, Pensamiento Profundo. Aquí es gracioso el debate con los filósofos, que sienten amenazada su profesión porque la Búsqueda de la Verdad Última, dicen, es cosa suya. Una vez que Pensamiento Profundo quedó construido, le preguntaron por el sentido último de la vida, del Universo y “de Todo”. El ordenador les dijo que contestaría en siete millones de años… y medio, y que hasta entonces, unos y otros podían vivir de la polémica. Pasado ese tiempo, la respuesta fue “Cuarenta y dos”. La respuesta, lógicamente, no satisfizo a nadie, por lo que Pensamiento Profundo construyó un ordenador mucho más potente para contestar a la pregunta, y lo llamó “Tierra”.

Es interesante este planteamiento, nuestro planeta como un enorme laboratorio para responder a preguntas formuladas por una civilización superior. Todo sería un enorme experimento, llevado a cabo justamente por la especie a la que el hombre somete a pruebas, los ratones de laboratorio. El mundo al revés. La vida sería una gigantesca broma sin más sentido que la curiosidad de un tercero. En realidad, esto respondería a las cuestiones humanas y nos daría la verdadera dimensión en el Universo. Ya, ¿y Dios? Bueno, Adams coloca a Dios como un actor más de todo esto. Oolon Colluphid escribió “Todo lo que hace callar a Dios”, como si este se tratara de un personaje político o de la farándula. A lo que Dios contestaba: “Me niego a demostrar que existo, porque la demostración anula la fe, y sin fe no soy nada”. Es el ciclo pregunta-respuesta que actúa como placebo.

Pero no hay solución a la pregunta sobre el sentido de la vida porque la Tierra fue destruida por los vogones constructores cinco minutos antes de que acabara el programa. La respuesta la señala Adams: el sentido de la vida es… disfrutar de ella. La Guía dice que todas las civilizaciones importantes de la Galaxia han pasado por tres etapas: supervivencia, indagación y refinamiento; cómo, por qué y dónde. Entonces, dice, ¿cómo podemos comer? ¿Por qué comemos? ¿Dónde vamos a almorzar? Habiendo encontrado la respuesta, pero sin saberlo, Arthur, Ford y los demás se van a comer al restaurante del Fin del Mundo –la continuación de este libro-.

El libro está bien, aunque hay que leerlo sin esas grandes interrupciones que pueden desanimar al lector que busca algo más que situaciones grotescas. Ese momento, el importante, no se encuentra nada más que al final. 

7 comentarios:

  1. Pues habrá que tenerlo en cuenta. No lo he leído, tampoco sabía que se salía tanto del género. Muy estimulante.
    Saludos.

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  2. curiosamente, hace bien poco me leí la serie completa y, la verdad, me dececepcionó bastante. la "sorpresa" se agota, si no en el primer libro (éste), al menos muy poco después. Sin embargo, la película, que parece ser que pasó sin pena ni gloria por las pantallas, sí que me gustó bastante.

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  3. Gracias, Igor. Casi es "obligatorio" leerlo si uno quiere ser un "buen" fan de la cf ;)
    Pero bueno, que si no se lee tampoco se pierde gran cosa.
    Saludetes

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  4. Gracias, Javi. Totalmente de acuerdo. Es uno de esos casos en los que la película es mucho mejor que el libro. En defensa de Adams hay que decir que colaboró en el guión de la película.
    Saludetes

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  5. Sí; pero quizás se note demasiado en los libros la estructura de seriales radiofónicos, en los que ir acumulando material cada programa, y que luego al pasarlo a novela, se resienta un tanto

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  6. A mi si me gustaron los dos primeros libros de la serie, luego degenera. Apunte mis opiniones en la entrada de mi blog http://universodecienciaficcion.blogspot.com/2011/09/1979-guia-del-autoestopista-galactico.html

    Creo que es más un desfile de ideas desquiciadas -a las que uno puede -o no- encontrarle la gracia y la originalidad, que una novela con un planteamiento ordenado en el que se cuenta una historia -cosa que, creo, nunca llega a pretender-. En cualquier caso, un clásico.

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  7. Si os gusta la ciencia ficción humorística, os recomiendo la novela "La Perdición Fucsia", que es de ese estilo y te partes la caja.

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