Este libro tiene el mejor primer capítulo que he leído en mucho tiempo, ese capítulo que toda buena obra debe tener, y ésta lo es. Rebosa de ideas brillantes, personajes construidos y trama interesante, y todo a un ritmo narrativo excelente. Poco importa que Farmer nos coloque su mundo hippy en monólogos, diálogos y sentencias, descripciones de costumbres humanas, y críticas políticas y sociales propias de la progresía norteamericana de los años setenta, de la gente de 1968.
Y es que Farmer era un tipo de esos a los que les gusta escandalizar, reírse de sus detractores y críticos. Tenía un estilo especial, propio, que no comulgaba con los cánones de un género en concreto; porque esta novela se encuentra entre la space opera, el libro de viajes, la fantasía y la new wave.
A vuestros cuerpos dispersos tiene dos partes. La primera es la del nacimiento, el autodescubrimiento y la ubicación de los que llegan al Mundo del Río. Aquí es donde aparecen todas esas costumbres sociales hippies tan del gusto de Farmer: la sexualidad indiscriminada, la desnudez como estado natural, la violencia para sobrevivir y la experimentación con las drogas. Pero también Farmer explaya su interpretación del hombre; una antropología curiosa: el hombre procede del mono, sí, pero de un mono asesino, lo que confiere a la naturaleza humana caracteres necios y destructivos. Farmer presenta a la sociedad, por otro lado, como el refugio del individuo, que le protege de sí mismo y de los demás. Para esto el hombre, siguiendo el planteamiento de Farmer, crea un poder que, según el viejo sentido roussoniano, confiere los derechos al hombre.
Los personajes nacen en el Mundo del Río con una peculiaridad: tienen un pasado; pero además proceden de épocas y lugares distintos, e incluso hay un extraterrestre, Monat. Una vez que Burton, Frigate, Kazz, Alice y compañía se sitúan en el Mundo del Río, comienza la segunda fase del relato, la de las preguntas: ¿Por qué se nos ha resucitado? ¿Quién nos ha dado una segunda oportunidad? Inicia entonces Farmer lo que podía haber sido el desarrollo y desenlace de una novela de tamaño aceptable y trepidante, basada en la búsqueda de respuestas, pero según avanza el último cuarto de la historia aparecen más incógnitas. La primera clave es negar que sea el cielo o el purgatorio, esto es, algo religioso, y Farmer insiste en poner en boca de varios personajes aquello de que la religión es un “cuento de hadas” para dar “esperanzas a los hombres”. Enseguida surge la clave científica: todo se trata de un proyecto de investigación de un futuro muy lejano.
A partir de esto, Farmer juega con dos variables del carácter humano. Por un lado, el ansia de conocimiento que muestra Burton para dar una explicación a aquel mundo, y que el autor simboliza con el encuentro de la fuente del río. Por otro, la ambición y la venganza que albergan los “éticos”, nombre que se les da a los investigadores del futuro.
En conclusión, es el primer episodio de una saga que no desaparece fácilmente de la memoria –aunque empecemos a leer otra novela-. El alto nivel inicial es difícil de igualar, por lo que no invita a seguir inmediatamente con la segunda entrega por miedo a perder el buen sabor de boca. Cobardía lectora, seguro.
la progresia americana?....coño
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