Leí en el Sitio de Ciencia Ficción, que creo que es quien más espacio y cariño le ha dedicado a Pascual Enguídanos, que éste no leía a los autores de su época, la de la Edad de Oro, para no tener la influencia de nadie. Fantástico. Esta novela corta, Extraño visitante, que pertenece a la saga de Más allá del Sol, es un estupendo guión de una película de serie B de CF norteamericana de los años 50. Y cómo he disfrutado. La tomé cuando Arthur C. Clarke y su Cita con Rama me financiaron un bonobús al país de los sueños, provocándome duermevelas constantes que me invitaron a buscar otro libro. George H. White me salvó haciéndome sonreír y recordar aquellos filmes de alienígenas imposibles y maravillosos, y de terrícolas osados que los descubrían y hacían huir.
La estructura del relato es tan lineal como sus personajes, que son prototipos de pueblo de algún Estado del Oeste norteamericano. Se detectan con facilidad situaciones y ambientes de películas, especialmente de It came from outer space (1953) y de La invasión de los ladrones de cuerpos (1956). Y es que aparecen el
médico y el policía, los hombres blancos y los indios navajos, los militares desplegados y circunspectos, y los científicos gubernamentales de bata y gafas. Ni siquiera falta ese aparato tan socorrido en las películas de CF de los años 50: el contador Geiger. Sí; aquellas cajas con un reloj, un cable y algo parecido a un micrófono que con su tic-tic propiciaban la intriga, la sorpresa, el indicio atómico del extraterrestre, y que cualquiera podía manejar, desde el premio nobel al palurdo de turno.
médico y el policía, los hombres blancos y los indios navajos, los militares desplegados y circunspectos, y los científicos gubernamentales de bata y gafas. Ni siquiera falta ese aparato tan socorrido en las películas de CF de los años 50: el contador Geiger. Sí; aquellas cajas con un reloj, un cable y algo parecido a un micrófono que con su tic-tic propiciaban la intriga, la sorpresa, el indicio atómico del extraterrestre, y que cualquiera podía manejar, desde el premio nobel al palurdo de turno.
El protagonista es Arthur Welby, un médico que ayuda a una extraña pareja que llega al pueblo, Cedar Ridge. Al tiempo, unos niños descubren un “platillo volante”. A partir de entonces la historia se desarrolla como en una película de serie B. Los notables del lugar visitan la nave, y deciden que sus tripulantes, que no aparecen, son humanoides. Irrumpe el gobierno, que intenta encubrirlo, y los soldados acordonan la zona. Pero la gente corriente –esa con la que el espectador/lector se identifica- sabe más que los profesionales. No se trata de un engaño, como deducen equivocadamente los hombres G, sino que el platillo procede de un planeta que está en el perihelio de la órbita solar (la Tierra en el afelio). Planetas opuestos pero iguales para que las condiciones vitales también lo sean y el desarrollo de la vida fuera idéntico. Vale, no hay base científica y ya se sabe que no es así. ¿Y a mí qué? Es una novela.
Podría estar mejor escrito, quizá, pero es un relato que cumple su función y que invita a seguir leyendo otras entregas de la saga; lo que haré si el tiempo y las autoridades lo permiten.
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