domingo, 14 de noviembre de 2010

JACK VANCE - Los Chasch (1968)

Uno de los lugares de mi memoria comiquera es El Aventurero; ahí, en la calle Toledo, cerca de la Plaza Mayor, en Madrid. Me pillaba cerca del Instituto. Su escaparate era la frontera entre los mundos que desde dentro me tentaban y mi maltrecho bolsillo. Pero llega el día en que el bachillerato acaba, y la vida cambia, comienzan cosas nuevas y otras simplemente las dejamos atrás. En mi caso fueron los cómics. No recuerdo bien cómo era el tendero que sesteaba detrás del mostrador. Quizá era un tipo delgado, con un bigotito a lo Antonio Resines, camisa de manga corta metida por dentro del pantalón, de esa especie humana que levanta una ceja cuando entras en la librería y te mira con ese gesto de “Te tengo calao, chaval. Sólo vienes a ojear los tebeos”.

Bueno, pues volví el año pasado. No fue un regreso deliberado, es que pasaba por allí. Iba con mis pequeños clones y les dije: “Ya veréis cómo mola esta tienda”. Es posible que el tendero fuera el mismo, porque levantó la ceja y siguió haciendo como que escuchaba al friki que, medio encaramado al mostrador, le contaba no sé qué. El librero tenía ahora un aire al personaje de los Simpsons que lleva la tienda “La mazmorra del androide”, aunque no se parece tanto como el librero de Ozymandias. No ojeé tebeos esta vez; miré, recordé y subí a la segunda planta. Tenía una estantería en la que ponía: “Libros”. “¡Toma -me dije-, y hay alguno de Ultramar!”. Entre ellos estaban los cuatro de Jack Vance dedicados a “El planeta de la aventura”. No me desanimó el que estuvieran entre un libro de Ramoncín y otro del tipo de construye tu propio retrete; lo que me echó atrás fue el precio: 42 eurazos. Entre cuatro no era para tanto, pero de golpe, cachis en la mar, es mucho, sobre todo para ejemplares de bolsillo que no valen nada. Fíjate que me lo pensé, pero me lo pensé mucho, y decidí que no, que algún día, ese día que 42 eurazos no fueran nada para mí. Y ahí se quedaron. Pero a grandes males, mi tía Remedios: me compré el e-book, y asunto solucionado.

Jack Vance es uno de esos escritores que te lo hacen pasar bien, sin grandes complicaciones, más allá de seguir la geografía humana (y alienígena) que plantea en Tschai, el único planeta que orbita en torno a la estrella Carina 4269. Resulta que a ese lugar llega una expedición humana para investigar unas señales de radio que llegaron a la Tierra hace 212 años terrestres. Pero cuando desciende la nave Explorador IV, con dos tripulantes, es atacada. A los restos llegan los Kruthe, quienes matan a uno y dejan vivo a Adam Reith, nuestro protagonista. A partir de aquí todo son aventuras, sin que haya una trama, un enigma, acertijo o pregunta a la que haya que encontrar respuesta. Vance aprovecha para construir el mapa biológico de Tschai, y presentar al lector la variedad racial: Chasch Viejos, Azules y Verdes, junto a Didir y Wankh, todos foráneos del planeta, junto a los Pnume, Phung, Hombres-dorados, Hombres-grises, tribus nómadas y demás zoo indígena.

Vance ambienta el planeta como si estuviera en la época de la Antigüedad o Alta Edad Media humana, combinada con alta tecnología en armamento y transporte. Hay ciudades antiguas abandonadas, en ruinas, que no se sabe muy bien de quiénes fueron, además de asentamientos y ciudades alienígenas. La combinación es muy atractiva

El libro trata sobre las peripecias de Reith, al que se le une un grupo muy variopinto, para recuperar su nave, que ha sido secuestrada por los Chasch y está en una de sus cuatro ciudades. Por esto, el título original es “City of the Chasch”, más lógico que el español. En ese periplo Reith descubre que la llamada a la Tierra fue hecha por el rey Hepsio, de los Yaos Dorados, cuando fueron atacados por los Dirdir. El caso es que esos tipos son Hombres, y el amigo Hepsio, al que llamaban loco, decía que los hombres procedían de otro planeta, lo mismo que dice Reith a sus amigos sin mucho éxito. ¿Y qué hacen allí los hombres? Pues los llevaron los alienígenas como esclavos. Muy interesante, y propio de la Antigüedad, es en este sentido el mecanismo que tienen los Chasch para mantener la sumisión de los hombres: les dicen que de su cadáver sale un Chasch, al modo de una crisálida.

El humano llamado Reith va enseñando a todas las razas que habitan Tschai que sus civilizaciones son muy inferiores en comparación con la suya, y que harían bien en imitarle. Esto hoy sería imposible. Sin duda alguna, el humano, norteamericano claro, sería un individuo con valores no ecologistas y muy capitalistas, que vería la verdad ecoprogre en Tschai y pediría a grito pelado ser reeducado. “Es que ahora... tienen mensaje”. En fin.

La estrategia bélica de Reith para tomar Dadiche, la ciudad Chasch, y su amorío final con una princesa alien humanoide, nada de zoofilia a lo Avatar, me han recordado a Pournelle y a Brackett, dejándome una sonrisita final muy agradable. He decidido no leer a continuación “Los Wank” porque luego los confundiré, seguro. He puesto una lectura entre medias, no más.

4 comentarios:

  1. ¡Ostia! El otro día tuve uno de sus libros en las manos. Era del año de la catapún y valía 12 euritos. Y esta semana leí en Sedice que el autor de Canción de Hielo y Fuego decía que era uno de sus autores favoritos.
    Será cuestión de ponerse las pilas.
    Saludos.

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  2. Para describir ambientes alienígenas, Vance es la bomba.

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