Murray Leinster es mi autor
favorito para los largos viajes. Leí El planeta solitario entre la larga espera en
el aeropuerto de Fiumicino (Roma) y Madrid, Mundo prohibido en dos tardes de verano, y elegí Fuera de este mundo para un
viaje a Granada en tren. Son historias sin grandes complicaciones -aunque son
un reflejo de la realidad y de su pensamiento-, maravillosamente bien escritas
y muy entretenidas.
Si hay una pregunta que no hay que hacer a un escritor de ciencia-ficción –de mainstream, sí, of course, sobre todo a los “premios” Planeta-, es de dónde saca sus ideas. No se trata solamente de que sea algo obvio, sino que se lo han preguntado tantas veces que les cabrea. Leinster tomó la idea para Fuera de este mundo de un suceso curioso. Un campesino del que no se podía sospechar formación, se presentó muy alterado en la Universidad de Harvard. Pidió entrevistarse con urgencia con los “sabios”
porque había descubierto algo que le tenía alarmado. Le llevaron al departamento de Matemáticas. Ante la incredulidad de los profesores, el campesino dedujo en la pizarra los logaritmos. Talento natural.
Leinster nos presenta en esta
novela a un mecánico, Bud Gregrory, con una capacidad extraordinaria para la
invención de cualquier aparato –incluso atómicos- utilizando todo tipo de
cosas. Pero el tipo sólo quiere el dinero suficiente para vivir sin trabajar,
con lo que se apaña con unos cuantos dólares cada vez que se los ha gastado.
Mientras tiene un puñado de dólares, el mecánico dormita, vaguea, disfruta de
su familia, o va a pescar. Frente a él está el científico de una
institución gubernamental norteamericana, el doctor David Murfree, que sólo
quiere aprovechar el talento del mecánico para solucionar problemas. Dos buenos
tipos: un genio vago y un agente altruista.
Evidentemente hay que desconectar
el filtro de la “buena ciencia” para disfrutar de la imaginación desbordante de
Leinster y de los entrañables personajes. El que quiera un tratado de física se
ha equivocado de sección. La novela es una sucesión de casos, cada vez más
complicados, que ponen en peligro la seguridad local hasta, al final, la
planetaria. Y cómo no, en la Era atómica, el contador Geiger tiene un papel
destacado.
El doctor Murfree representa al
buen científico que observa y relaciona pero que no es escuchado por las
autoridades. Leinster busca aquí la complicidad y empatía del lector para que
éste se ponga de este lado, y no del lado del mecánico vago. Bud Gregory simboliza
a esa parte de la sociedad que dormita ajena a los problemas de su país o de la
Humanidad desperdiciando su talento, que vive… fuera de este mundo. Leinster da
una pincelada, qué digo, una buena mano de pintura, sobre su pensamiento
patriótico y defensivo en plena Guerra Fría. La exposición más clara está en el
último episodio, cuando la Tierra sufre una invasión, y es la iniciativa
individual, el sacrificio personal, lo que permite la expulsión de los aliens.
Hace
poco leí en una entrevista a Ursula K. Leguin algo de sobra conocido para el buen
aficionado pero ignorado por todo aquel que sigue creyendo que nuestro género
es una sucesión de marcianitos; me refiero a que la ciencia-ficción es un instrumento
complejo y maravilloso para pensar la realidad. Murray Leinster es muy probable
que quisiera que los norteamericanos llevaran los sucesos del mecánico y el
doctor a su época, a su compromiso y esfuerzo, y al difícil orden
internacional. En definitiva, Fuera de este mundo es una novela entrañable,
magnífica para leer en dos tardes.
Varios meses atrás leí "Fuera de este mundo" simplemente escribía: "Un científico empleado del gobierno percibe cambios de radiación atmosférica nocivos y busca el origen de ellos, su investigación lo dirige al encuentro de un mecánico de la montaña autodidacta en física y química. La novela incluye cuatro historias encadenadas: la del encuentro de los dos protagonistas ya mencionados, incluyendo un secuestro, el descubrimiento de cómo hacer fortuna sin esfuerzo y claro no podía faltar salvar el planeta Tierra. Entretiene"
ResponderEliminarCoincido en que la novela es una sucesión de casos, particularmente me disgustó un poco que el mecánico sea tan vaaaago, siempre resistiendose al esfuerzo. Una entretenida novela para el verano, o los viajes, como tú dices.
Gracias, Anfitrión. Muy sintético.
EliminarSaludetes