sábado, 4 de abril de 2009

CORDWAINER SMITH - Piensa azul, cuenta hasta dos, 2006 (1968)




A veces conocemos a alguien que viene de un lugar lejano, extraño, en el que ni siquiera nos habíamos parado a pensar. Y de pronto esa persona forma parte de nuestra vida. Creemos que nació y se crió en una línea de tiempo paralela a la propia, y que, quizá por el destino, se ha cruzado con la nuestra por una serie de casualidades. Pues esto mismo me pasó con Cordwainer Smith.

El libro estaba ahí, entre el montón de los baratos, de esos con colorines que parecen pensados para llamar la atención cuando se deambula aburrido por el aeropuerto. Lo cierto es que me atrajo la portada y que estaba en Carrefour. No tiraba de una maleta, sino que empujaba el carrito de la compra donde, además, descansaba mi hijo Jaime leyendo un tebeo de Mortadelo. Cogí el libro con cierta reticencia. Normal; entre tanta basura aspirante a bestseller qué podía haber interesante. Pero es que me encantó la portada. Me recordaba a aquellas cubiertas líricas de los cómics de CF que devoraba siendo jovencito. El título era extraño: “Los señores de la instrumentalidad”, con un subtítulo de juego de mesa: “Piensa azul, cuenta hasta dos”.


Varias cosas me animaron a comprarlo. Por un lado, la sugerente idea de trasladar los cuentos chinos –en buen sentido- a la CF. Me pareció una idea brillante: introducir la filosofía oriental en el modo de abordar los temas futuristas. Por otro lado, Cordwainer Smith era el pseudónimo de Paul Lanebarger, un catedrático de ciencia política que participó en varias guerras, asesor de Kennedy y autor de “Guerra psicológica”, un clásico, al parecer, que no ha sido editado en España desde 1945. Es más, Lanebarger fue educado en la China nacionalista, y a pesar de eso a los 17 años era comunista. Para curarle la tontería su padre le envió a vivir a la URSS durante un año. Volvió con la lección aprendida. En definitiva: el autor era atractivo.

El volumen me lo llevé a Ceuta, por si acaso terminaba El planeta de los simios. No pude evitar leer algo, una página o dos, el prólogo, repasar la solapa y los títulos de los cuentos que componen la obra. Por eso no me contuve cuando terminé el libro de Boullé y dejé aparcado el de Stanislaw Lem para mejor ocasión. El libro era tan fresco que hubiera sido una tontería dejarlo para después.

La primera historia que leí me impresionó: “¡No, no, Rogov, no!”; porque Rogov no era sólo un hombre, era un proyecto soviético. Enseguida me di cuenta, sobre todo después del espectacular “Cuando llovió gente”, que Cordwainer escribía como un hombre de la Guerra Fría, como un tipo que había sufrido los totalitarismos del XX. La prueba era esa frase del cuento de Rogov: “Ambos vinimos aquí por orden del camarada Stalin. Ella tiene más antigüedad y es la responsable. Yo sólo superviso”. La vivencia de los regímenes totalitarios impregna los relatos. Es posible palpar el desprecio hacia la vida humana, el sacrificio por el bien de un ente superior, y en medio de la enormidad de un universo que se abre al lector, la pequeñez humana. Es el caso, por ejemplo, de “Dorada era la nave... ¡oh! ¡oh! ¡oh!”.

La religión está sólo en su aspecto íntimo, y referida como el “Dios de los Antiguos”. Cordwainer presenta un futuro sin Dios, ya que el hombre de la Era de la Instrumentalidad es tan distinto en el año 10.000, tan alejado en el fondo de su naturaleza, que no puede tener una creencia religiosa. Para volver a ser hombre, como en “Los observadores viven en vano”, hay que aceptar las consecuencias de ser humano, y padecer, sufrir o añorar. Por eso, el hombre ama en “La dama que llevó El Alma”, pero es capaz de lo peor y de la más clara superficialidad en “Piensa azul, cuenta hasta dos”. El humor también define al hombre, y el propio Cordwainer no tiene ningún rubor a la hora de reírse de todo en “Del planeta Gustible”, en el que los alienígenas, unos patos de metro y medio, de mayor inteligencia que el hombre, son devorados tras producirse un incendio casual en el que su interlocutor es horneado y despide un suculento aroma.

El estilo y el mundo de Cordwainer Smith son distintos a lo que he visto y leído hasta ahora. En su obra todo parece desbaratado, pero contiene una fina lógica interna y las inevitables ataduras eternas con lo humano. Es imprescindible.

1 comentario:

  1. Cordwainer Smith es la pera. Me he leído .y comprado- todo lo publicado en Nova y me pirra.

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