Imperio Futura ha sufrido un flashforward. Una supergigante azul estalló en la Gran Nube de Magallanes formando una supernova. Recibimos su lluvia de neutrinos rebotada de un agujero marrón. Estábamos en pleno vuelo cuando llegó hasta nosotros. La nave sufrió un shock y el cronómetro de abordo avanzó a la fecha estelar 2009.12, 23. Al tiempo nos vimos desplazados a un paisaje cubierto de una extraña capa blanca. Ordené al computador que la analizara. Era polietileno.
El paisaje era circular y estaba cubierto por una enorme cúpula de cristal. Nos envolvía un extraño fluido, con dos partes de hidrógeno y una de oxígeno. Todo estaba en calma. En el vórtice superior de la cúpula se veían dos colosales pompas de aire. Divisamos una pequeña cabaña. No había señales de vida. Al fondo se atisbaba una cordillera nevada, pero carecía de tercera dimensión. Los abetos eran de plástico, estaban rodeados por cintas de tonalidades muy variadas y de sus ramas colgaban bolas brillantes. Nos asustamos la primera vez que vimos encenderse unas luces de colores. Luego se apagaron y se volvieron a iluminar; y así cada dos segundos. Pensamos que era una advertencia. El oficial científico de Imperio Futura descartó por ilógico que se tratara de una señal bélica.
La tripulación no se inquietó verdaderamente hasta que recibimos un extraño mensaje por una frecuencia comercial en desuso desde hacía cientos de años. “¡Arriba elfos del Polo Norte! ¡En pié diminuta legión! ¡Abajo la opresión de Santa Claus!”. La oficial de comunicaciones indicó que la señal procedía de la cabaña. Lo pensé un minuto. No sabía cuánto tiempo aguantaría el flashforward. Si no actuábamos quedaría un misterio tras nosotros, pero en el caso de intervenir la ventana del espaciotiempo podía abrirse de nuevo sin que estuviéramos preparados. Formé un grupo con el oficial científico y el médico, y ordené a mi segundo de Imperio Futura que si tardábamos más de treinta minutos saliera al punto del flujo de neutrinos sin esperarnos. “¡Pero, señor, quedarían atrapados entre montañas planas y elementos de polietileno…!”, me espetó cariacontecido el oficial. “Es una orden”, contesté con tono hierático.
Sacamos los equipos acuáticos. La distancia hasta la cabaña era más corta de lo que parecía. Nada más salir de Imperio Futura sentimos temblar la tierra. Luego se produjo una pausa, y acto seguido el paisaje se agitó con una fuerza tan descomunal que los trozos blancos de polietileno se alzaron hasta la cúpula. Ya en calma, comenzaron a caer lentamente sobre nosotros. Sacamos los fáser y disparamos. Uno de aquellos objetos alcanzó al oficial científico; sorprendentemente rebotó en su cabeza sin producirle daño alguno. Caían por todos lados, meciéndose por el fluido, como adormecidos, y posándose en los árboles, en la cabaña y en nuestra nave. La nevada de polietileno blanco era un espectáculo hipnótico. Recibí entonces un aviso del segundo de Imperio Futura. Me sobresalté. La lluvia de neutrinos se aproximaba. Se iba a abrir la puerta espaciotemporal. Volvimos abordo y regresamos a nuestro tiempo.
Nadie de la tripulación ha querido hablar de este episodio. El gabinete psicológico de Imperio Futura está colapsado. Yo mantengo el frágil equilibrio mental leyendo ejemplares de las mejores revistas del Universo. Les dejo aquí una muestra.
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