domingo, 14 de febrero de 2010

ISAAC ASIMOV - El fin de la Eternidad, 2007 (1955)



No entraba en mis planes leer esta novela. Había decidido emplear mi tiempo lector en seleccionar a los mejores autores y las mejores obras de CF. De Asimov ya había leído Yo, robot y Fundación. Era suficiente. Me quedan muchos libros y muchos escritores por descubrir. El tiempo es limitado. ¿Limitado? En esta fabulosa novela, que me demuestra que los planes se pueden romper, el tiempo es variable, modificable, multiplicable y, sobre todo, aprovechable.
No soy partidario de convertir una reseña, o comentario de un libro, en un resumen del mismo. Me parece escolar. Sin embargo, en este caso quiero hacer esa síntesis porque el cuerpo me lo pide; eso sí, una sinopsis vista desde otro lado, más allá de la historia de amor que sirve de vértebra a la narración. Vamos a ello.

La Eternidad es una compañía creada sobre la base de los descubrimientos de un tipo que viene del futuro, y ese tipo no lo sabe. Esa compañía al principio sólo era comercial, pero en seguida comprobaron que podían eliminar los desastres con una pequeña alteración, el llamado “cambio mínimo necesario”. Lo que pareció una buena idea se acabó convirtiendo en el fin de la libertad, de la capacidad del hombre de elegir con responsabilidad y ateniéndose a la consecuencias. Un comité decidía qué partes de la historia había que cambiar, escribiendo así la historia de la Humanidad. El caso es que la civilización del futuro, más allá del siglo 100.000 decidió que querían ser libres, e impidieron que La Eternidad accediera a su tiempo.

Los cambios que lleva a cabo La Eternidad evitan los errores, pero impiden al Hombre progresar. Porque los errores forman parte de nuestro carácter humano, tanto como encontrar la felicidad, cada uno a su modo. Y Asimov se centra en el viaje a las estrellas, en la conquista del Espacio que La Eternidad ha impedido directa e indirectamente. Por eso Noys, la chica que ama Harlan, el protagonista, dice que “las energías que se consumieron en la Ingeniera Temporal se habrían dedicado a la Ciencia Nuclear”, esa ciencia que había permitido a la Humanidad poblar otros mundos. Alcanzar las estrellas es una metáfora del deseo del hombre de encontrar la felicidad cada uno a su manera. Asimov construye así un canto a la libertad, al deleite de las pequeñas cosas, en una exaltación del individuo y del amor que hacen de esta novela algo excepcional.

Rompí mi plan de lectura, y ahora he roto también mi idea de cómo se hace el comentario de un libro. Disfruté ejerciendo mi libertad. Por cierto, hay mucho de Kafka en El fin de la Eternidad. Esta compañía que recluta a sus trabajadores de por vida, y los personajes Harlan, Twissell y Finge, dan la misma imagen burocrática que se palpa en El Castillo, El proceso y K. Claro que Kafka nunca habría escrito frases que Asimov nos regala para que soñemos, tales como: “Ésta es la Tierra. No el eterno hogar de la Humanidad, sino el punto de partida de una infinita aventura”.

4 comentarios:

  1. Muy buen resumen de, para mí, mejor libro de Asimov. Muy buen blog, además.

    Era mi idea inicial de mi blog http://elviajedeloseternos.blogspot.com, comentar libros de ciencia ficción que he leido.

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  2. Así es Jorge, esta novela convierte el clásico del viaje en el tiempo en algo más. Me alegra de que te haya gustado.

    ¡Saludos!

    PD: no se que pasa con las notificaciones de los blogs que sigo ¡como es posible que desde febrero me entere ahora de esta reseña? XD

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  3. Hola, Lino. Son las maravillas de blogger. Google falla a veces como si estuviéramos en China. ¿Has recibido las demás reseñas?
    Saludetes

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  4. Hola Jorge. Perdona la tardanza, pero en este caso se me ha olvidado suscribirme a los comentarios, y pensaba que lo estaba.

    El problema ha sido a raíz de cambiar la foto. En algunos blogs cambie el perfil con el que los seguía al de blogger, para que apareciese mi foto real. Esto ha ocasionado que donde yo esperaba que apareciesen las actualizaciones, no lo hacían. Veremos como lo arreglo al final. :-)

    Por cierto, veo que estás leyendo el ciclo de Tschai. Sencillamente cojonuda: pura aventura.

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