domingo, 12 de diciembre de 2010

JACK FINNEY - Los ladrones de cuerpos (1955)

El tópico que persigue a esta obra es que se escribió contra el macarthismo. Es falso. Para empezar, las fechas no encajan. Jack Finney publicó su obra por entregas en 1954, y como libro un año después. A esas alturas McCarthy ya estaba totalmente desacreditado y abandonado tanto por los medios de comunicación como por los políticos; de hecho, el Senado de Estados Unidos lo censuró por 67 votos a 22. Es más; el mundo de la cultura ya se había rebelado abiertamente contra McCarthy un año antes. Arthur Miller estrenó su obra Las brujas de Salem en 1953 en Brodway con un enorme éxito.

Y es que la opinión pública quedó escandalizada tras la ejecución del matrimonio Rosenberg por supuesta traición en junio de ese mismo año. En conclusión; si Finney hubiera querido hacer un alegato contra el macarthismo en 1954, o contra el comunismo, lo hubiera hecho con mucha mayor claridad en la trama y en los personajes. De hecho, él siempre negó, incluso mucho tiempo después, que Los ladrones de cuerpos tuviera un tinte político.

Existe mucha confusión entre la película y el libro. Hay quien dice que la obra de Finney es antimacartista porque el guionista del filme lo firmó con pseudónimo. En este caso, de ser así, estaríamos hablando de que la censura al senador McCarthy y a la sociedad norteamericana partió del mundo del cine, no de la obra literaria a la que nos referimos. Y es que la novela de Finney y la película de Don Siegel de 1955 tienen diferencias notables. Las dos son obras maestras, pero distintas.

Jack Finney mezcla con habilidad dos géneros, como ya señaló en su día Stephen King: la ciencia ficción y el terror. Ya lo hicieron unos años antes John W. Campbell Jr. (Who goes there?, llevada al cine como La cosa de otro mundo, y que reseñaré dentro de poco) y H. P. Lovecraft (En las montañas de la locura o La llamada de Cthulhu). La clave de estas situaciones es la ruptura de la normalidad, de lo cotidiano. Luego aparece el desconcierto, la indecisión. Después llega la incredulidad, la negación de la realidad; es el momento en el que la razón intenta calmar las emociones. No puede existir algo que se escape de la racionalidad, de lo normal. Sin embargo, el lector sabe la verdad, produciéndose esa complicidad con el autor.

En la novela de Los ladrones de cuerpos la dinámica de las vainas alienígenas está mejor contada que en la película. Finney está interesado en darle más entidad al invasor, explicando de dónde vienen, qué son y cuál es su propósito. Se trata de esporas que vagan por el espacio buscando un planeta que colonizar. Cuando lo hacen, reproducen cualquier ser vivo. El duplicado es inestable y muere a los cinco años. Las vainas son cultivadas, y cuando llegan a su madurez se desprenden del suelo y salen al espacio exterior en busca de otros planetas. Es una especie en expansión, como cualquier otra.

Finney consigue que el lector centre su atención en el invasor, en su dinámica y recorrido espacial mucho más que el espectador de la película. Así, por ejemplo, en el libro aparece un profesor de Botánica y Biología, un tal Budlong, que es el primero en alertar en la prensa sobre la aparición de “inmensas vainas de semillas”, y que explica la teoría del origen exógeno de la vida en la Tierra según Lord Kelvin. Esta es una clave importante para justificar la llegada de esas semillas, y entender su final, que difiere del que Don Siegel dio a la película. 

Finney consigue también que la parte humana de la historia tenga más contenido; es decir, Milles, el protagonista, alude a la pérdida de aquello que nos hace humanos, como la ambición, la esperanza, la lucha, el amor o la amistad. En la película de Don  Siegel esto se traduce en el choque que produce la frialdad de los duplicados frente la exaltación de los humanos. El medio es distinto (novela y película) pero el éxito es el mismo.

No está de más leer el libro a pesar de que la cinta del recientemente desaparecido Kevin MacCarthy la hayamos visto muchas veces. Se descubren cosas nuevas, y se tiene una perspectiva complementaria. Se lee con agrado y soltura. Lo recomiendo.  


6 comentarios:

  1. Hola! ciertamente, las autoridades en la materia no se ponen de acuerdo respecto al origen anticomunista o no de la novela y su adaptación cinematográfica. La noción de invasores silenciosos que toman el control de las mentes de americanos normales, convirtiéndolos a una ideología alienígena, está en la misma onda que el miedo a la subversión comunista en la Guerra Fría. De hecho, una buena parte de los manuales de historia del género consideran al film como un icono cultural del clima de paranoia anticomunista que imperaba entonces.

    Ciertamente, los replicantes, que parecían totalmente normales pero no sentían ninguna emoción y carecían de individualidad, se ajustaban a los estereotipos sobre los comunistas. Así, los argumentos que los extraterrestres utilizan para intentar seducir a Bennell, diciéndole que la vida será mucho más agradable si se deja llevar por la corriente y aprende a vivir sin emociones, es un eco de los supuestos cantos de sirena del utopianismo comunista.

    Estirando los razonamientos, también podríamos optar por interpretar la paranoia del film al contrario, como una sutil crítica a la histeria anticomunista: la película sugeriría que la posibilidad de que los comunistas se hicieran con el control de América era tan pequeña como que vainas del espacio exterior llegaran a la Tierra, crecieran hasta convertirse en réplicas perfectas de seres humanos y los reemplazaran.

    Por otra parte, los responsables de la película (así como el propio Jack Finney, como bien apuntas)negaron repetidamente ninguna intención alegórica. Simplemente deseaban hacer una historia de suspense sobre invasores alienígenas. Sea como fuere, la película sigue siendo hoy un clásico de la década de los cincuenta y creo que es gracias a ella que se recuerda todavía la novela de Finney.

    Un saludo

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  2. Hola, Manuel.

    El mito sobre la paranoia comunista en EEUU lo construyó la izquierda europea después de 1945 por varios motivos, entre otros, la pervivencia de la creencia en una supuesta superioridad moral y cultural de Europa frente a EEUU (una Europa destruida por dos guerras y que sobrevivía política, económica y militarmente gracias a los americanos). Porque se trata de una acusación de paranoia cuyo objetivo es denigrar a los norteamericanos. La historia cultural y social de EEUU demuestra que esa paranoia no existió como un fenómeno general, y que es una acusación de trazo grueso. La prueba es que el maccarthismo tuvo un recorrido muy corto, apenas cuatro años, y que no contó con tantos apoyos como luego el mito nos ha hecho creer.

    Por otro lado, es preciso separar, como digo en la reseña, el libro de la película, o de las películas, porque se han hecho varios remakes, y ninguno tiene esa vitola de crítica de un totalitarismo o de una paranoia.

    En definitiva, lo que queda claro es que una cosa fue la intención de los autores -que si hubieran querido hacer una crítica podrían haberla hecho con más claridad porque habrían encontrado el respaldo social suficiente y la ley les amparaba, como hicieron otros-, y otra cosa es la interpretación o la mitificación que luego se haya podido hacer.

    Nunca falta entre los críticos y especialistas aquel que encuentra significados en elementos artísticos, literarios o cinematográficos que el autor ni siquiera había pensado. Y, además, no hay nada más poderoso que un tópico, y ya es un tópico el poner como ejemplo de paranoia anticomunista dicha película. Pero los hechos indican otra cosa.

    Gracias.

    Saludetes

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  3. No estoy del todo de acuerdo. No se trató de sólo un tópico, sino de algo real por mucho que no afectara de manera directa al ciudadano de a pie (como si lo hacía la paranoia comunista en la Rusia de los años treinta, por ejemplo). En la literatura de los años cincuenta, "Amos de Títeres" (1951), de Robert A.Heinlein fue la primera y quizá la más clara, de toda una serie de novelas que sustituían de forma nada sutil la amenaza del comunismo por invasiones alienígenas. Es posible que la hayas leido: una especie de babosas parásitas procedentes de Titán (una luna de Saturno), aterrizan en Iowa y comienzan a adherirse a las espaldas de los humanos, controlando sus mentes. Usando estas marionetas humanas a voluntad, los alienígenas pronto se embarcan en un programa de conquista mundial. Buena parte del libro es mera propaganda anticomunista, en la que los gusanos pasan por ser quintacolumnistas rojos. De hecho, Heinlein se aseguró de que esta asociación quedara bien clara. Incluso se ocupó de dedicar unas líneas a los simpatizantes de los comunistas, subrayando que la única cosa más desagradable que una mente humana atrapada por una babosa es la idea de humanos que trabajaban voluntariamente en complicidad con las babosas, incluso sin tener un parásito adherido.

    Al final, los valerosos americanos, siempre tan llenos de recursos, consiguen derrotar a las babosas utilizando guerra bacteriológica, un arma tan polémica en los cincuenta como en la actualidad y que sin embargo Heinlein defiende aquí con convicción. De hecho, uno de los mensajes clave del libro es que no sólo tenemos que estar siempre vigilantes, sino dispuestos a utilizar cuantos medios sean necesarios para derrotar a nuestros enemigos. Cuando el protagonista informa de la aparente destrucción total de todos los alienígenas en la Tierra, también avisa de que puede quedar alguno acechando en algún rincón del Tercer Mundo, como el Amazonas. Entretanto, los norteamericanos se preparan para lanzar un asalto genocida contra el mismísimo Titán. El libro finaliza con el protagonista acompañando a la misión y exclamando: "Amos de títeres, los hombres libres van para mataros! ¡Muerte y destrucción!"

    Parte de las novelas y novelitas baratas de CF siguieron esta tendencia -no todos los escritores, claro está-. Otra cosa es que el asunto de la paranoia anticomunista se haya podido exagerar por parte tanto de los propios americanos como, efectivamente, de la izquierda europea (que nada dice ahora acerca de los documentos recientemente desclasificados de la KGB en los que se demuestra que sí hubo agentes infiltrados en la administración norteamericana). Un debate amplísimo que nos podría llevar muy muy lejos, más allá de la CF propiamente dicha.

    Un saludo

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  4. Hola, no he leído esta novela. Consulto: ¿tiene algún parecido con "Amos de Títeres" de Heinlein. Porque de lo reseñado, así lo parece. Saludos

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  5. Manuel, no te he contestado antes porque he estado fuera. Creo que en algún término lo estás viendo al revés. No se trata de que hubiera autores anticomunistas, como Heinlein, sino de que existiera una supuesta paranoia anticomunista generalizada en la sociedad norteamericana, que son dos cosas muy distintas. Lo que te decía es que la izquierda europea de mediados del siglo XX despreciaba a la sociedad norteamericana, basándose en la rancia creencia de que existía una superioridad moral y cultural europea, y siguiendo los dictados estalinistas de vejar a todo aquel que no fuera de izquierdas. También te decía que el tópico de la paranoia general es falso, tan falso como que el macartismo dominara la vida política, social y cultural norteamericana de forma omnímoda al modo de una dictadura comunista. Y que, finalmente, el vínculo de la película, que no del libro, insisto, con esa supuesta paranoia, se ha hecho a posteriori forzando la argumentación y aprovechando la popularidad del filme. De todas maneras, creo que no decimos cosas muy distintas.

    Saludetes cordiales y feliz Navidad.

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  6. Lo siento, amigo Blacksoviet, pero no he leído "Amos de títeres". En la novela de Finney no hay tanta "política" como en las de Heinlein.

    Saludetes y feliz Navidad

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