domingo, 2 de diciembre de 2012

J. R. R. TOLKIEN - El hobbit (1932)


Leí El Hobbit hace años, cuando me lo recomendó una chica de la que luego no he vuelto a saber nada. Su desaparición no fue cosa de magia precisamente, sino la vida misma. Las cosas siguieron su curso natural: nos separamos y yo leí El señor de los anillos, que me acabó aburriendo. Sin embargo, las películas de Peter Jackson me enamoraron. No sé cuántas veces las he visto, además en su versión extendida. Y su banda sonora, de Howard Shore, la llevo a todas partes en mi móvil porque nunca sé cuándo me va a apetecer escuchar sus ritmos profundos y emotivos. Todo esto abocaba a leer de nuevo El Hobbit antes del estreno de la película. La pregunta era qué me parecería después del tiempo pasado y las cosas vividas.

El esquema de la novela es sencillo: un protagonista común sin habilidades especiales va madurando
según se aleja de su vida cotidiana y tiene aventuras. Es como uno de esos cuentos tradicionales acerca del paso a la madurez, un Ulises de 50 centímetros. El típico viaje de aventuras en el que el protagonista se descubre a sí mismo al tiempo que descubre el mundo, es un clásico. Lo característico del fantástico es la construcción de un universo, y aquí está la clave del éxito, en la elaboración de una colección de personajes, territorios y cosmovisiones con una lógica interna. Y Tolkien lo consigue.

El mapa es casi imprescindible en el género fantástico, porque el paisaje y el contacto con la naturaleza son citas obligadas. La ciencia es magia, y la razón es sustituida por los instintos y los valores medievales –el honor, la herencia, la lealtad, la hombría, la tierra de los padres,…-. En realidad es una vuelta de tuerca, modernizada, al relato del romanticismo tradicionalista del XIX, aquel que añoraba la Edad Media como una época gloriosa para el espíritu humano frente a la industrialización y al crecimiento de las ciudades. De aquí procede parte del choque –siempre pacífico, claro- que en ocasiones se produce entre los aficionados a la ciencia-ficción y al fantástico, cuya mediación podría ser la space opera.

La historia creo que es bien conocida. Gandalf elige a Bilbo Bolsón, el hobbit, para hacer un viaje con doce enanos a la montaña del dragón Smaug, quien arrasó toda una comarca, la de los enanos, y guardó todos sus tesoros. Bolsón vive como un burgués de la campiña inglesa, uno de esos gentleman afincado en la campiña que sólo piensa en la comodidad de su hogar y en la delicadeza de los platos que cocina. El encuentro con los enanos en su casa horadada en la colina es de antología; y clave para definir el viaje interior de Bilbo.  

Las aventuras se suceden: los trolls, los trasgos, Gollum –un personaje que, como sabemos, dará mucho de sí-; los wargo –lobos endemoniados-; las águilas; Beorn, el hombre oso –prototipo del self made man tan arraigado en la cultura anglosajona-;  Bardo, de la Ciudad del Lago –que representa la primacía de los dones naturales y el esfuerzo personal sobre la jerarquía institucional-. Y luego el lugar maldito, prohibido, oscuro, que supone la prueba para esa madurez; que en este caso es el Bosque Negro. Allí es donde Bilbo tiene que poner en práctica ese salto cualitativo que se ha producido en su espíritu.

El momento culminante no es la muerte del dragón, que si en el libro es espectacular, en el cine, con poco que hagan, será épica. No; ese momento es la Batalla de los Cinco Ejércitos, que sin lugar a dudas será la escena central de la tercera entrega de la película, y donde aparecen todas las razas, y más, que han ido desfilando por el libro.

El final es característico de Tolkien: ¿Qué ha pasado en casa mientras el mundo se debatía entre el bien y el mal en un lugar remoto? Eso se descubre en la vuelta al hogar, por eso se titula “Historia de una ida y una vuelta”. Nos encontramos con la exposición cruda de la mezquindad humana. Cuando Bilbo llegó a Bolsón Cerrado, Hobbiton, sus primos estaban subastando sus enseres porque le creían muerto. Aquella casa a la que había soñado regresar ya no existía, lo que no deja de ser una metáfora: aquel Bilbo, el anterior al viaje, ya no estaba. Recuperó los enseres después de años, incluso algunas cosas las tuvo que comprar. Bilbo rompió la relación con sus ambiciosos primos. Todos los hobbits cercanos le consideraron un “raro”, excepto los sobrinos Tuk, esa rama de la familia que era aventurera.


En fin; una gran historia que me ha merecido la pena releer y que cuya sabiduría podría resumirse en una escena: Una tarde de otoño, Bilbo estaba escribiendo Historia de una ida y de una vuelta. Las vacaciones de un hobbit, cuando recibió la visita de Gandalf y Balin. “¿No dejarás de creer en las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran?”; no, claro que no, ni Bilbo, ni yo, porque, como sentenció el mago gris, “Eres sólo un simple individuo en un mundo enorme”. Simplemente maravilloso.

5 comentarios:

  1. Hola majete.

    Yo leí El Hobbit allá por el 93 ó 94 y fué el desencadenante que me hizo meter la cabeza en los tres tochos del Señor de los Anillos. La verdad es que me gustaron todos por igual, aunque es cierto que el primero (El Hobbit de marras) tenía algo distinto.

    La película de los anillos me negué a verla (cosas mías) y creo que tampoco veré la nueva. Prefiero que me cabeza tenga las imágenes que mi extraña mente pintó al leer los libros (dos veces cada uno, por cierto).

    Ahora, El Silmarillion lo intenté un par de veces también y casi lo tiro por la ventana.

    Por cierto, me acabo de acordar de un grupo que viene al pelo. La Dama se Esconde.

    Be good man.

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  2. Hola, Miguelito.
    Deberías ver las pelis porque están muy bien hechas; es más, considero que las del Señor de los Anillos dan a la historia una emoción y un ritmo de los que los tres librazos carecen (que sí, que lo mismo tiene menos "filosofía", pero para eso está Kierkegaard, no Tolkien). Te gustarán, aunque no son "Resacón en... Mordor" XD.
    Coincido en lo de El Simarillion, que tiene un aire a Antiguo Testamento que resulta muy poco atractivo.
    Lo de "La dama se esconde" imagino que será por otro tema... :)
    Saludetes

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  3. Hola majete.

    El amigo Nacho Goberna, a la sazón, cantante, compositor y guitarrista del grupo también era un enteradillo de Tolkien y algunas de sus canciones sonaban a las tierras medias que daban gusto.

    En la época en la que andaba yo leyendo estas cosas me daba por poner sus discos y molaba. Cosas que pasan...

    Bye.

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  4. ¡Qué chulas son las ilustraciones de Smaug! Quítale algo de esa montaña de oro, por poco que sea, y seguro que se da cuenta, jeje.

    Estoy de acuerdo con lo que dices de las pelis. Peter Jackson supo llevar muy bien las novelas al cine, no se limitó a copiar y pegar. Aun así, yo me quedo con los libros... menos con el Silmallirion.

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    Respuestas
    1. Hola, Watson. Creo que en El Silmarillion coincidimos casi todos jejeje
      Saludetes y gracias por comentar.

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