domingo, 27 de marzo de 2011

JACK WILLIAMSON - Los humanoides (1949)

Los robots son uno de los temas estrella de la ciencia-ficción, desde R.U.R. de Capek hasta la serie televisiva Cáprica, pasando por nuestro Gabriel revisitado de Domingo Santos. Y las historias han girado en torno a dos cuestiones: su cercanía a la naturaleza humana y, por tanto, los problemas existenciales –Yo, Robot o Sueñan los androides con ovejas eléctricas, por ejemplo-; y el dominio del hombre –Terminator o Matrix, por citar sólo películas-.

Todo esto se envuelve en el doble sentimiento, y contradictorio, que la Humanidad ha tenido hacia los avances científicos, siempre vinculado con el miedo al conflicto bélico y, de forma paralela, con el bienestar. Por un lado, el optimismo ante el avance imparable de la ciencia y la tecnología para la resolución de los problemas cotidianos y endémicos del hombre. Por otro lado, el riesgo de deshumanización que supone la robotización de todo.

La novela de Jack Williamson titulada Los humanoides -en la serie de los humanoides, entre sus novelas With folded hands (1947) y The humanoid touch (1980)- trata de la visión pesimista: la orden que reciben las máquinas de evitar daño al ser humano –que suena tan asimoviano- lleva a que eliminen del hombre su naturaleza, que es precisamente el origen de los males que sufre la Humanidad. Los humanoides son robots construidos por hombres de otra galaxia. Su “Principal Mandato” es lograr la paz, por lo que la ciencia y la tecnología queda en su manos, y convierten a los individuos en poco más que vegetales.

En estas condiciones, surge la resistencia, que es un grupúsculo dirigido por un científico que aumenta la humanidad de los miembros del grupo aumentando poderes ocultos del hombre, como la telequinesis, la “extra-visión”, y otras. Los humanoides llegan a la Tierra, porque en su afán de proteger a la Humanidad, allá donde esté, consideran que los terráqueos están amenazados por invasores alienígenas. El gobierno de la Tierra deja toda la administración, la ciencia, el ejército y el trabajo en manos de los humanoides. 

Este planteamiento es propio de la Guerra Fría, en la que la política de bloques llevó a que una superpotencia, ante la amenaza de la otra, administrara todas esas facetas en aras de la paz. Esta cesión se produce en la novela de Williamson a través de un plebiscito. El motivo es el miedo a la invasión de la Confederación Triplanetaria, algo muy parecido, aunque con efectos distintos para los derechos humanos, a lo que hicieron EEUU y la URSS. La similitud es aún mayor, sobre todo en el caso soviético, cuando se descubre que un grupo de humanos han hecho un “Pacto Común” con los humanoides para controlar a la Humanidad.

El momento crucial de la novela es cuando el protagonista, llamado Claypool, descubre que en el planeta de los robots, Ala 4ª, están construyendo un cerebro enorme para controlar la mente de todos los hombres dispersos por el Universo. El final es sorprendente, lo que se agradece mucho en un relato de ciencia-ficción, y difiere mucho de otro que hemos reseñado aquí, La legión del espacio.


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