Me reí; leyendo esta novela me reí. No es lo habitual cuando se lee ciencia-ficción, y ni siquiera me había pasado con Bill, el héroe galáctico –del que no pasé de la sonrisa-. La razón es que John Scalzi construye una novela con mucho sentido televisivo, muy de showtime, de nuestra época. El intercambio de frases entre los personajes es tan perfecto que parece sacado de una serie de TV del tipo de The Big Bang Theory.
Además del humor, la novela plantea dos cuestiones típicas de la ciencia-ficción y lo hace con acierto. Una de ellas es la posibilidad de rejuvenecer, y la otra es la ocultación de la tecnología para mantener el poder. Ambas se entrelazan para dar sentido al reclutamiento de viejos de 75 años en las Fuerzas de Defensa Coloniales. Evidentemente, Scalzi habla de las colonias terrestres en planetas remotos porque es una space opera. La pregunta es por qué quieren a personas de 75 años. La respuesta es doble: para que acepten las mejoras físicas que se les hacen –entre otras cosas su piel cambia a verde-y para que comprendan la importancia de defender a las familias de colonos. Esto último es vital porque los soldados de Scalzi llevan a cabo verdaderas matanzas y exponen su vida constantemente por la existencia de los colonos indios; pero indios de la India, país que en la novela estuvo en guerra con EEUU poco tiempo antes.
¿Y los soldados? Son viejos en cuerpos de jóvenes mejorados, más fuertes y esbeltos, aunque sean verdes, y con un ordenador instalado en su mente, el CerebroAmigo (todo junto). Y ¿a qué se dedican la primera semana tras el cambio? Pues al sexo, lógicamente. John Scalzi nos hace seguir las andanzas de uno de esos soldados, al viejo estilo space opera, al que llama John Perry, cuyas tribulaciones nos dan a conocer qué supone vivir una segunda existencia.
Esa “espiritualidad” (sin exagerar, que no es filosofía) está bien construida. A pesar del avance tecnológico y las modificaciones del cuepo para convertirlo en un soldado superior, hay que algo que no cambia y que los mantiene humanos: las emociones y los sentimientos. Estos están en la conciencia, no en el alma, porque Scalzi no reconoce religión ni Ser Superior alguno. Lo único que llega al CerebroAmigo cuando están al borde la muerte son emociones (dolor, amor, angustia) y sentimientos (la pareja, los hijos). Y a lo que se aferran los soldados para encontrar un sentido a sus vidas y sobreponerse a la crudeza de lo cotidiano en un soldado es la esperanza, lo que queda muy claro cuando el protagonista encuentra por casualidad a su mujer (reconstruida por las Fuerzas Coloniales a partir de su ADN, pero sin sus recuerdos).
En definitiva, una novela divertida y entretenida, con diálogos sugerentes, descripciones las justas, y cuestiones “filosóficas” conocidas pero que merece la pena pararse un poco en ellas. Por cierto; es el primer volumen de una saga que no pensé en seguir cuando comencé la lectura, pero que al escribir esta reseña me están entrando unas ganas locas de leer.
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